Si es posible, antes de la celebración se dispondrá de una simple cruz o un crucifijo
visible en la sala de estary se encenderán una o varias velas.
Se puede colocar también una imagen o cuadro de la Virgen María.
nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
Jesucristo está presente en medio de nosotros.
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
que el Padre pronuncia sobre todos nosotros:
«No ahorró a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros».
Durante esta celebración, rezaremos especialmente
para que cese la pandemia que amenaza al mundo,
por los enfermos y los que han muerto, por sus amigos y sus familiares,
y por todos aquellos que trabajan al servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.
fijemos intensamente nuestra mirada en Jesucristo Redentor.
T: ¡Amén!
No me mueve, mi Dios, para quererte
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
No me tienes que dar porque te quiera,
Después de un tiempo de silencio,
el Guía invita a la persona encargada de la primera lectura sigue en pie mientras los demás se sientan.
«En aquel entonces, dijo Isaías:
el Señor me ha dado una lengua experta,
para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído,
para que escuche yo, como discípulo.
y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que me tiraban de la barba.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido,
por eso endurecí mi rostro como roca
y sé que no quedaré avergonzado».
L: Palabra de Dios.
De lo contrario, en familia, también se puede leer el salmo alternando estribillo y estrofas.
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
La persona encargada de la segunda lectura se levanta mientras los demás permanecen sentados.
Cristo, siendo Dios,
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
Cristo se humilló por nosotros
y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
Se puede elegir una forma más breve de la lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.
“¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho”.
Pero nada respondió a las acusaciones
que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos.
Entonces le dijo Pilato: “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?”
Pero él nada respondió,
hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado.
Con ocasión de la fiesta de la Pascua,
el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran.
Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:
“¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás
o a Jesús, que se dice el Mesías?”
Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
“No te metas con ese hombre justo,
porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”.
convencieron a la muchedumbre
de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Así, cuando el procurador les preguntó:
“¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”
Ellos respondieron: “A Barrabás”.
Pilato les dijo: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?”
Respondieron todos: “Crucifícalo”.
Pilato preguntó: “Pero, ¿qué mal ha hecho?”
Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: “¡Crucifícalo!”
Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto,
pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
“Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”.
Todo el pueblo respondió:
“¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”
Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás.
En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
y reunieron alrededor de él a todo el batallón.
Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura,
trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza;
le pusieron una caña en su mano derecha
y, arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
“¡Viva el rey de los judíos!”, y le escupían.
Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza.
Después de que se burlaron de él,
le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
y lo obligaron a llevar la cruz.
Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”,
le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel;
él lo probó, pero no lo quiso beber.
Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes,
y se quedaron sentados ahí para custodiarlo.
Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena:
‘Éste es Jesús, el rey de los judíos’.
Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones,
uno a su derecha y el otro a su izquierda.
“Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”.
También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos,
diciendo: “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo.
Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora,
si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: ‘Soy el Hijo de Dios’ ”.
Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
“Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”,
que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Algunos de los presentes, al oírlo, decían: “Está llamando a Elías”.
la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber.
Pero los otros le dijeron: “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.
Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.
la tierra tembló y las rocas se partieron.
Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto,
y después de la resurrección de Jesús,
entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús,
al ver el terremoto y las cosas que ocurrían,
se llenaron de un gran temor
y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
G: Palabra del Señor.
Ninguna aclamación concluye la lectura, se guarda un rato de silencio antes de la meditación.
San Andrés De Creta (Homilía para el Domingo de Ramos: PG 97, 989-993.) Natural de Damasco, monje en Jerusalén, obispo de Creta, poeta litúrgico y predicador. Es venerado como santo en Oriente (660?-740)
salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania
y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión,
para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres.
los hombres, bajó del cielo, para levantar consigo
a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura,
por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación,
y por encima de todo nombre conocido.
Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa.
sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.
Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión,
e imitemos a quienes salieron a su encuentro.
Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas,
sino para prosternarnos nosotros mismos,
con la disposición más humillada de que seamos capaces
y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene,
y así logremos captar a aquel Dios
que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente
el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza,
para venir hasta nosotros y convivir con nosotros,
de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.
o bien según la fórmula siguiente:
acudamos a nuestro Padre del cielo
y, en nombre de la humanidad, supliquémosle diciendo:
A nuestro papa Francisco, a nuestros obispos, a nuestros sacerdotes,
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
de ofrecer su pasión, en unión con la Eucaristía de tu Hijo Jesucristo.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Envíanos, por último, el espíritu de sabiduría,
Envíanos, finalmente, el espíritu de temor de Dios
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
G: En actitud orante, ante Dios Creador de todo y Redentor nuestro,
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza,
O también, con la fórmula de san Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. ¡Amén!
en Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Amén!
Tú, salvación de todos los pueblos,
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas, que estamos en la prueba,
que te dirigimos en nuestras necesidades,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!