Celebración de
la Palabra – Domingo de Ramos
que permitirá santificar el domingo, solo o en familia.
Si es posible, antes de la celebración se dispondrá de una simple cruz o un crucifijo
visible en la sala de estary se encenderán una o varias velas.
Se puede colocar también una imagen o cuadro de la Virgen María.
En familia, se elegirá quién guía la oración, y se repartirán las
lecturas antes de la celebración.
Guía:
En
este Domingo de Ramos, circunstancias excepcionales
nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
Sin
embargo, sabemos que cuando nos reunimos en su nombre,
Jesucristo está presente en medio de nosotros.
Jesucristo está presente en medio de nosotros.
Y
recordamos que cuando se lee la Escritura en la Iglesia,
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
El
relato de la pasión es la gran palabra de amor
que el Padre pronuncia sobre todos nosotros:
«No ahorró a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros».
que el Padre pronuncia sobre todos nosotros:
«No ahorró a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros».
Durante esta celebración, rezaremos especialmente
para que cese la pandemia que amenaza al mundo,
por los enfermos y los que han muerto, por sus amigos y sus familiares,
y por todos aquellos que trabajan al servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.
En
el umbral de la Semana Santa,
fijemos intensamente nuestra mirada en Jesucristo Redentor.
fijemos intensamente nuestra mirada en Jesucristo Redentor.
Preparémonos
ahora a abrir nuestros corazones, guardando un momento de silencio.
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Signo de la cruz. Después de un
tiempo de silencio, todos se levantan y se signan diciendo:
G: En nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
T: ¡Amén!
T: ¡Amén!
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Himno No me mueve, mi dios, para quererte (Anónimo)
No me mueve, mi Dios, para quererte
el
cielo que me tienes prometido;
ni
me mueve el infierno tan temido
para
dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado
en esa cruz y escarnecido;
muéveme
el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme
tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
que,
aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y,
aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues,
aunque lo que espero no esperara,
lo
mismo que te quiero te quisiera. ¡Amén!
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Después de un tiempo de silencio,
el Guía invita a la persona encargada de la primera lectura sigue en pie mientras los demás se sientan.
Después de un tiempo de silencio,
el Guía invita a la persona encargada de la primera lectura sigue en pie mientras los demás se sientan.
Primera Lectura: Lectura del libro del profeta
Isaías 50,4-7
«En aquel entonces, dijo Isaías:
el Señor me ha dado una lengua experta,
para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
«En aquel entonces, dijo Isaías:
el Señor me ha dado una lengua experta,
para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído,
para que escuche yo, como discípulo.
El
Señor Dios me ha hecho oír sus palabras
y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que me tiraban de la barba.
No
aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido,
por eso endurecí mi rostro como roca
y sé que no quedaré avergonzado».
L: Palabra de Dios.
Es preferible cantar el salmo.
De lo contrario, en familia, también se puede leer el salmo alternando estribillo y estrofas.
De lo contrario, en familia, también se puede leer el salmo alternando estribillo y estrofas.
Salmo 21:
Todos
los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen:
«Confiaba
en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre».
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los
malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros.
Mis
manos y mis pies han taladrado y se puedan contar todos mis huesos.
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Reparten
entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados.
Señor,
auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado.
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Contaré
tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles
del Señor, alábenlo; glorificarlo, linaje de Jacob,
témelo, estirpe de Israel.
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
La persona encargada de la segunda lectura se levanta mientras los demás permanecen sentados.
Segunda Lectura: Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo, siendo Dios,
no
consideró que debía aferrarse
a
las prerrogativas de su condición divina,
sino
que, por el contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando
la condición de siervo,
y
se hizo semejante a los hombres.
Así,
hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo
y
por obediencia aceptó incluso la muerte,
y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y
le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
para
que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla
en
el cielo, en la tierra y en los abismos,
y
todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor,
para
gloria de Dios Padre.
L: Palabra de Dios.
Todos se levantan en el momento en que se dice o canta la aclamación
del evangelio.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros
y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
Cristo se humilló por nosotros
y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Se puede elegir una forma más breve de la lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.
Se puede elegir una forma más breve de la lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.
G: Lectura del santo evangelio según san Mateo 27,
11-54.
Jesús
compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:
“¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho”.
Pero nada respondió a las acusaciones
que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos.
Entonces le dijo Pilato: “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?”
Pero él nada respondió,
hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado.
Con ocasión de la fiesta de la Pascua,
el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran.
Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:
“¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás
o a Jesús, que se dice el Mesías?”
Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
“¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho”.
Pero nada respondió a las acusaciones
que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos.
Entonces le dijo Pilato: “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?”
Pero él nada respondió,
hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado.
Con ocasión de la fiesta de la Pascua,
el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran.
Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:
“¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás
o a Jesús, que se dice el Mesías?”
Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
Estando
él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
“No te metas con ese hombre justo,
porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”.
“No te metas con ese hombre justo,
porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”.
Mientras
tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos
convencieron a la muchedumbre
de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Así, cuando el procurador les preguntó:
“¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”
Ellos respondieron: “A Barrabás”.
Pilato les dijo: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?”
Respondieron todos: “Crucifícalo”.
Pilato preguntó: “Pero, ¿qué mal ha hecho?”
Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: “¡Crucifícalo!”
Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto,
pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
“Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”.
Todo el pueblo respondió:
“¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”
Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás.
En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
convencieron a la muchedumbre
de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Así, cuando el procurador les preguntó:
“¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”
Ellos respondieron: “A Barrabás”.
Pilato les dijo: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?”
Respondieron todos: “Crucifícalo”.
Pilato preguntó: “Pero, ¿qué mal ha hecho?”
Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: “¡Crucifícalo!”
Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto,
pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
“Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”.
Todo el pueblo respondió:
“¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”
Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás.
En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
Los
soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio
y reunieron alrededor de él a todo el batallón.
Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura,
trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza;
le pusieron una caña en su mano derecha
y, arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
“¡Viva el rey de los judíos!”, y le escupían.
Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza.
Después de que se burlaron de él,
le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
y reunieron alrededor de él a todo el batallón.
Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura,
trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza;
le pusieron una caña en su mano derecha
y, arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
“¡Viva el rey de los judíos!”, y le escupían.
Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza.
Después de que se burlaron de él,
le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
Al
salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y lo obligaron a llevar la cruz.
Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”,
le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel;
él lo probó, pero no lo quiso beber.
Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes,
y se quedaron sentados ahí para custodiarlo.
Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena:
‘Éste es Jesús, el rey de los judíos’.
Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones,
uno a su derecha y el otro a su izquierda.
y lo obligaron a llevar la cruz.
Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”,
le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel;
él lo probó, pero no lo quiso beber.
Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes,
y se quedaron sentados ahí para custodiarlo.
Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena:
‘Éste es Jesús, el rey de los judíos’.
Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones,
uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los
que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole:
“Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”.
También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos,
diciendo: “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo.
Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora,
si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: ‘Soy el Hijo de Dios’ ”.
Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
“Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”.
También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos,
diciendo: “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo.
Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora,
si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: ‘Soy el Hijo de Dios’ ”.
Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
Desde
el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra.
Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
“Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”,
que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Algunos de los presentes, al oírlo, decían: “Está llamando a Elías”.
Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
“Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”,
que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Algunos de los presentes, al oírlo, decían: “Está llamando a Elías”.
Enseguida
uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber.
Pero los otros le dijeron: “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.
Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.
la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber.
Pero los otros le dijeron: “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.
Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.
Aquí
todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes.
Entonces
el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo,
la tierra tembló y las rocas se partieron.
Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto,
y después de la resurrección de Jesús,
entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús,
al ver el terremoto y las cosas que ocurrían,
se llenaron de un gran temor
y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
la tierra tembló y las rocas se partieron.
Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto,
y después de la resurrección de Jesús,
entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús,
al ver el terremoto y las cosas que ocurrían,
se llenaron de un gran temor
y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
G: Palabra del Señor.
Ninguna aclamación concluye la lectura, se guarda un rato de silencio antes de la meditación.
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MEDITACION: He aquí que viene a ti tu rey.
San Andrés De Creta (Homilía para el Domingo de Ramos: PG 97, 989-993.) Natural de Damasco, monje en Jerusalén, obispo de Creta, poeta litúrgico y predicador. Es venerado como santo en Oriente (660?-740)
San Andrés De Creta (Homilía para el Domingo de Ramos: PG 97, 989-993.) Natural de Damasco, monje en Jerusalén, obispo de Creta, poeta litúrgico y predicador. Es venerado como santo en Oriente (660?-740)
Vengan
y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos,
salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania
y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión,
para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres.
salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania
y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión,
para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres.
Porque
el que va libremente hacia Jerusalén es el mismo que por nosotros,
los hombres, bajó del cielo, para levantar consigo
a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura,
por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación,
y por encima de todo nombre conocido.
Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa.
los hombres, bajó del cielo, para levantar consigo
a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura,
por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación,
y por encima de todo nombre conocido.
Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa.
No porfiará, dice, no gritará, no voceará por las calles,
sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.
sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.
Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión,
e imitemos a quienes salieron a su encuentro.
Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas,
sino para prosternarnos nosotros mismos,
con la disposición más humillada de que seamos capaces
y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene,
y así logremos captar a aquel Dios
que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente
el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza,
para venir hasta nosotros y convivir con nosotros,
de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.
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Peticiones
Todos permanecen de pie y se hace la Oración universal, tal como ha
sido preparada,
o bien según la fórmula siguiente:
o bien según la fórmula siguiente:
G: Con confianza filial y con sencillez de corazón,
acudamos a nuestro Padre del cielo
y, en nombre de la humanidad, supliquémosle diciendo:
acudamos a nuestro Padre del cielo
y, en nombre de la humanidad, supliquémosle diciendo:
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve
la faz de la tierra!
A nuestro papa Francisco, a nuestros obispos, a nuestros sacerdotes,
envíales
el espíritu de piedad: que en estos tiempos de prueba
sigan
siendo, más que nunca, los buenos pastores que guían,
ante todo con su ejemplo,
a tus hijos por los caminos de la santidad.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
A
nuestros gobernantes, envíales el espíritu de consejo,
que
tomen las decisiones adecuadas para el bien común.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
A
nuestros investigadores, envíales el espíritu de ciencia,
de
modo que encuentren los remedios que salvan.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Al
personal sanitario, envíales tu Espíritu de amor,
Para
que transfigure el don que hacen de sí mismos al servicio de los demás.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
A
los enfermos, envíales el espíritu de fortaleza. Haz que tengan el coraje
de ofrecer su pasión, en unión con la Eucaristía de tu Hijo Jesucristo.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
de ofrecer su pasión, en unión con la Eucaristía de tu Hijo Jesucristo.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Envíanos, por último, el espíritu de sabiduría,
para
que, en todas las circunstancias,
adoremos
el designio benevolente de tu Providencia;
envíanos también el espíritu de inteligencia,
para que encontremos en tu palabra las respuestas a
nuestras preguntas.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve
la faz de la tierra!
Envíanos, finalmente, el espíritu de temor de Dios
para que permanezcamos fieles a tu amor,
y no temamos más que lo que nos puede separar de ti.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Intenciones libres
Comunión Espiritual
G: En actitud orante, ante Dios Creador de todo y Redentor nuestro,
con sed de
Eucaristía, pedimos:
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza,
humildad y devoción con que te recibió tu
santísima Madre;
con el espíritu y fervor de los santos.
O también, con la fórmula de san Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibirte
sacramentado,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Se hace una pausa en silencio para adoración
Como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno del todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. ¡Amén!
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. ¡Amén!
Bendición final
Todos la pueden pronunciar, mirando hacia la cruz, para pedir la
bendición del Señor.
G: Que la paz de Dios guarde nuestros
corazones y nuestros pensamientos
en Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Amén!
en Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Amén!
O bien:
G: Que el Señor vuelva su rostro hacia
nosotros y nos conceda la paz. ¡Amén!
Todos
se signan. Los padres podrán trazar el signo de la cruz en la frente de sus
hijos.
Oración del papa Francisco a María en la pandemia
Oh
María, tú resplandeces siempre en nuestro
Camino como signo de salvación y de
esperanza.
Nosotros
nos confiamos a ti, Salud de los enfermos,
que bajo la cruz estuviste asociada al
dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación de todos los pueblos,
sabes de qué tenemos necesidad y estamos
seguros
que proveerás, para que, como en Caná de
Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús,
quien ha tomado sobre sí nuestros
sufrimientos
y ha cargado nuestros dolores para
conducirnos,
a través de la cruz, a la alegría de la
resurrección.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas, que estamos en la prueba,
y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa
y bendita. ¡Amén!
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Canto a María
Para concluir la celebración, se puede entonar el canto siguiente, o
cualquier otro conocido, mirando en su caso hacia una imagen de la Virgen
colocada previamente en la sala de estar.
Bajo
tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desoigas las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
V./ Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R./ Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!
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