miércoles, 22 de enero de 2020

Renovación del bautismo en el río Jordán

"Betania del otro lado del Jordán", situada a siete km. de la desembocadura del Jordán en el mar Muerto, junto al paso natural que une Jordania y Canaán, era el único lugar por donde se podía atravesar el río. Por allí cruzaban las caravanas que unían el extremo Oriente con Egipto, Siria, Arabia y el Mediterráneo. Allí se  alojaron los patriarcas y los profetas en sus desplazamientos. Por allí entró Israel en la Tierra Santa, guiado por Josué. Por allí salió el pueblo hacia el Exilio y regresó más tarde. En ese lugar, donde se condensa toda la historia de Israel, Juan bautizó a Jesús (Jn 1,28). La Unesco lo ha declarado Patrimonio de la Humanidad, reconociendo la importancia histórica de este enclave.

En este lugar, el Jordán tiene un caudal mínimo con aguas terrosas y amargas distinto a lo que esperan los turistas. Por eso, Israel ha habilitado en «Yardenit» (a la salida del lago de Genesaret) un lugar con aguas más abundantes para los que quieren renovar su bautismo en las aguas del Jordán. «Qasr al-Yehud» es el espacio israelí frente a «Betania del otro lado del Jordán», que se encuentra en territorio jordano. 

A diez kilómetros, en el lado palestino-israelí están Jericó y el monasterio de las tentaciones, en el lugar donde Jesús se retiró durante cuarenta días, después de su bautismo y antes de comenzar su vida pública.



Oración.

Celebrante: Padre santo, que por medio del bautismo
haces crecer a tu Iglesia, dándole nuevos hijos,
concede a cuantos hemos renacido en la fuente bautismal
vivir siempre de acuerdo con la fe que profesamos.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Todos: ¡Amén!

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De la carta a los Gálatas (3,26-28).
Hermanos: Todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Los que se han incorporado a Cristo por el bautismo,
se han revestido de Cristo.

Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres,
hombres y mujeres, porque todos son uno en Cristo Jesús.

† Salmo responsorial: Salmo 23
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.
R./ El Señor es mi pastor, nada me falta.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
R./ El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.
R./ El Señor es mi pastor, nada me falta.


Inicio del Evangelio según San Marcos: 1, 1-13.
Está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío delante de ti a mi mensajero, para que te prepare el camino.
Voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus sendas». 
Juan Bautista se presentó en el desierto predicando un bautismo
para la conversión y el perdón de los pecados.
Y acudían a él de la región de Judea y todos los de Jerusalén,
confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el río Jordán.
Juan tenía un vestido de pelo de camello con un cinturón de cuero a la cintura,
y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y decía: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo,
y yo no soy digno de agacharme para desatarle la correa de sus sandalias.
Yo los bautizo con agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo».

Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán. En el momento en que salía del agua,
vio los cielos abiertos y al Espíritu Santo como una paloma bajando sobre él,
y oyó una voz del cielo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto».
Luego el Espíritu lo llevó al desierto.
Y estuvo allí durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
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Peticiones.
Señor Jesús, cuando fuiste bautizado en el río Jordán
se manifestó el misterio de la Santísima Trinidad.
La voz del Padre dio testimonio de ti, llamándote «Hijo Amado»
y el Espíritu, en forma de paloma, te consagró.
Ten piedad de nosotros y danos tu salvación.
Todos: ¡Oh Cristo, nuestro Dios y nuestro hermano, ten piedad de nosotros!

Cristo, Dios y hombre verdadero,
tú que aceptaste ser bautizado por Juan en el Jordán para nuestra salvación,
perdona nuestros pecados y renueva en nosotros la gracia del bautismo.
Todos: ¡Oh Cristo, nuestro Dios y nuestro hermano, escucha nuestra oración!

Cristo, tú que santificaste las corrientes del Jordán,
aplastaste el poder del pecado,
inclinaste la cabeza ante la mano del Precursor
y salvaste al género humano del error,
ten piedad de nuestros seres queridos
y de cuantos se encomiendan a nuestra oración.
Todos: ¡Oh Cristo, nuestro Dios y nuestro hermano, ten piedad de nosotros!

Cristo, que viniste hacia el río y te apresuraste, como un siervo,
a recibir el bautismo a causa de nuestros pecados,
ten misericordia de los cristianos perseguidos
en distintas partes del mundo.
Todos: ¡Oh Cristo, nuestro Dios y nuestro hermano, escucha nuestra oración!

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Bendición del agua.

Alabemos la grandeza y la generosidad de Dios,
porque Jesús, que es el único puro y libre de mancha,
descendió al Jordán para purificarnos, para santificar las aguas
y a cada uno de nosotros. A él la gloria por los siglos.
Todos: ¡Bendito y alabado seas por siempre, Señor! o ¡Señor, ten piedad!

Para que sobre estas aguas descienda la obra purificadora
de la Santísima Trinidad, oremos.
Todos: ¡Bendito y alabado seas por siempre, Señor! o ¡Señor, ten piedad!

Para que esta agua sea santificada por la fuerza del Espíritu Santo, oremos.
Todos: ¡Bendito y alabado seas por siempre, Señor! o ¡Señor, ten piedad!

Para que esta agua brote como manantial de vida eterna
y sea purificación de alma y cuerpo para todos los que la reciban, oremos.
Todos: ¡Bendito y alabado seas por siempre, Señor! o ¡Señor, ten piedad!

Señor Dios, tu Hijo fue ungido por el Espíritu Santo
al ser bautizado en las aguas del Jordán. Que esta agua reciba
por el Espíritu Santo la gracia de tu Hijo único, para que el hombre,
creado a tu imagen, sea purificado de todos los pecados 
y merezca resurgir como nueva creatura del agua y el Espíritu Santo. 
Por Cristo, nuestro Señor.
Todos: ¡Amén!
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† Renovación del bautismo.
Hermanos: En el bautismo fuimos sepultados con Cristo,
para que también nosotros llevemos con él una vida nueva.
Renovemos ahora las promesas del santo bautismo,
por las que un día renunciamos al demonio y a sus obras
y prometimos servir al Señor en la santa Iglesia católica.

¿Renuncian a Satanás y sus obras que son: el pecado como negación de Dios;
la maldad como signo del pecado en el mundo;
al error como negación de la verdad; a la violencia como contraria
a la caridad; al egoísmo, como falta de testimonio de amor?
Todos: ¡Sí, renuncio!
¿Renuncian a las obras opuestas al evangelio de Jesús,
que son: la envidia y el odio, la pereza y la indiferencia,
la cobardía y el temor, el materialismo y la sensualidad,
la injusticia y el favoritismo, el engaño y el soborno?
Todos: ¡Sí, renuncio!

¿Renuncian a los criterios y comportamientos
que llevan a creerse los mejores, a verse superiores,
a creerse ya convertidos del todo,
a buscar el dinero como el máximo valor,
a buscar el placer como única ilusión,
a buscar el propio interés por encima del bien común?
Todos: ¡Sí, renuncio!

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos: ¡Sí, creo!

¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de la Virgen María, padeció y fue sepultado,
resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
Todos: ¡Sí, creo!

¿Creen en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, 
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna?
Todos: ¡Sí, creo!

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha nos ha perdonado los pecados y nos hecho renacer
por el agua y el Espíritu Santo,
nos conserve unidos a Jesucristo para la vida eterna.
Todos: ¡Amén!

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo renueve en ti la gracia del bautismo.
Todos: ¡Amén!

Adaptado y editado de: P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.