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miércoles, 6 de agosto de 2025

Parecen Buenos, pero son Almas Tibias - Juan María Vianney

 San Juan María Vianney (el Cura de Ars), presbítero—Memoria.
Fiesta: 4 de agosto.
Vivió: 1786–1859
Patrono: De los párrocos, sacerdotes y confesores
Canonizado por: el Papa Pío XI en 1925
Color litúrgico: Blanco

Reflexión sobre su historia:
Juan María Bautista Vianney fue el cuarto de seis hijos de padres católicos devotos en Dardilly, un pueblo rural situado cerca de Lyon, en el este de Francia. Juan nació apenas tres años antes del inicio de la Revolución Francesa, durante la cual la Iglesia católica sufrió un feroz ataque. El culto público fue suprimido, las iglesias fueron cerradas o reutilizadas, y muchos sacerdotes juraron lealtad al nuevo estado bajo presión, se escondieron o fueron asesinados. Durante el Terror, de 1793 a 1794, miles de clérigos en Francia fueron ejecutados en la guillotina. Era una época caótica en Francia, y aún más caótica para el sacerdocio.

Durante esta época, la familia Vianney solía ocultar sacerdotes y asistir a sus misas clandestinas en granjas cercanas. El testimonio de los sacerdotes que arriesgaron sus vidas para ofrecer los sacramentos fue una poderosa fuente de inspiración para el joven Juan, y más tarde lo motivó a convertirse en sacerdote. Dado el caos de la época, John pasó la mayor parte de su infancia ayudando en la granja familiar y cuidando los rebaños, en lugar de asistir a la escuela. Recibió una educación sencilla de su madre, pero fue prácticamente analfabeto durante su adolescencia. Recibió en secreto instrucción catequética de dos monjas para prepararlo para su Primera Comunión, que recibió a los trece años en casa de un vecino.

En 1799, Napoleón tomó el poder en Francia y, en 1801, él y el Papa Pío VII firmaron un acuerdo llamado el Concordato. Este acuerdo no restauró completamente a la Iglesia Católica a sus antiguos derechos, pero sí reconoció el catolicismo como la fe de la mayoría de los ciudadanos franceses y permitió el culto público, aunque regulado por el estado. En 1806, el párroco de Écully, el pueblo vecino de John, el padre Balley, abrió una escuela para futuros seminaristas. A los veinte años, John comenzó allí su educación formal. Aunque tuvo dificultades, especialmente con el latín, su fe era manifiesta y su humildad, profunda.

En 1809, la educación de John se interrumpió al ser reclutado por el ejército de Napoleón para ayudar a combatir a los españoles durante la Guerra de la Quinta Coalición. Anteriormente, los seminaristas estaban exentos del reclutamiento, pero Napoleón, al enfrentarse a grandes pérdidas, abolió la exención. Tras unirse a su regimiento, John enfermó, fue hospitalizado y se quedó solo. Fue asignado a otro regimiento y, esta vez, estaba tan absorto en la oración en una iglesia cercana que se perdió su partida. Fue enviado tras las tropas, pero no las encontró y, en cambio, fue desviado a la aldea de Noës, donde se escondían varios desertores. Lo convencieron de quedarse con ellos, cambiar de nombre, esconderse y dar clases en la escuela. Hizo esto durante más de un año. Finalmente, se le concedió la amnistía y pudo regresar a Écully para continuar su educación con el padre Balley.

Aunque John seguía teniendo dificultades con sus estudios, el padre Balley lo apoyaba, pues veía en él una verdadera vocación, un profundo amor por la Santísima Madre y una profunda vida de oración. Tras completar sus estudios en Écully, el padre Balley convenció al vicario general de la diócesis para que le permitiera ingresar al seminario diocesano. John luchó, pero perseveró. Cuando llegó el momento de la ordenación, las autoridades diocesanas cuestionaron su idoneidad. Cuando el obispo preguntó por la piedad de John, le dijeron que rezaba el rosario como un ángel. Eso era todo lo que el obispo necesitaba saber. John fue ordenado sacerdote el 12 de agosto de 1815 y fue enviado a servir como vicario en Écully, bajo la supervisión del padre Balley, donde sirvió durante dos años hasta su fallecimiento.

En 1817, el padre Vianney fue enviado como capellán a la iglesia de San Sixto, en Ars, una comunidad agrícola de poco más de 200 habitantes. Permanecería allí durante los siguientes cuarenta y un años. Mientras el Padre Vianney caminaba hacia Ars, una historia relata que se encontró con un niño pastoreando ovejas. Le preguntó a qué distancia estaba Ars y el niño le indicó la dirección correcta, acompañándolo en el camino. Al ver el campanario a lo lejos, el Padre Vianney se arrodilló en oración durante un largo rato, se levantó y continuó su camino. Al llegar él y el niño, el Padre Vianney le dijo: "¡Me has mostrado el camino a Ars, yo te mostraré el camino al Cielo!".

Ars era conocida por ser una comunidad que disfrutaba de los bailes, las borracheras y las palabrotas. Aunque la iglesia estaba en mal estado, la moral era deficiente y la asistencia a la iglesia escasa, el Padre Vianney se puso manos a la obra. Los habitantes del pueblo desconocían que iban a recibir a un capellán, así que nadie asistió a las primeras misas del Padre. Pero a medida que se corrió la voz, la gente sintió curiosidad. 

Cuando algunos se detuvieron en la iglesia, vieron al Padre Vianney arrodillado en oración ante el Santísimo Sacramento. Luego, otros vieron lo mismo. Y otros más. Con el tiempo, la gente empezó a asistir a misa. Les conmovieron las sencillas homilías del Padre Vianney, que presentaban el mensaje fundamental del Evangelio. Hay que evitar el pecado; quienes persisten en él irán al infierno. Quienes se vuelvan a Dios serán salvados y recibidos en el Cielo. A menudo transmitía estos mensajes predicando sobre el amor de Dios, la oración, los sacramentos (especialmente la Confesión y la Eucaristía) y el deber de vivir una vida de caridad y virtud.

Durante los primeros tres años del ministerio sacerdotal del Padre Vianney, Ars se transformaba. El Padre Vianney no solo pasaba horas orando todos los días, soportaba severas penitencias y ayunos (principalmente patatas cocidas) y restauraba la iglesia, sino que también visitaba a sus feligreses en numerosas casas e incluso a los pueblos de los alrededores. Esto impresionó a muchos y los atrajo a la iglesia. En 1823, la situación iba tan bien que el obispo elevó la Iglesia de San Sixto a la categoría de parroquia y nombró al Padre Vianney párroco. En 1827, el Padre Vianney dijo desde el púlpito: "¡Ars, hermanos y hermanas, ya no es Ars!". Ars se había convertido, la gente acudía en masa a confesarse y a misa, orando, venciendo el pecado y volviéndose al amor de Dios. Pero Ars no era el único lugar afectado; la reputación del Padre Vianney se había extendido por todas partes. Como resultado, miles de personas viajaban a Ars cada año para asistir a sus misas y confesar sus pecados. Muchos días, el Padre Vianney pasaba hasta dieciséis horas en el confesionario. Para la década de 1850, decenas de miles, o según algunas estimaciones, cientos de miles de personas, acudían a Ars. Se tuvo que construir una iglesia nueva y más grande, e incluso se construyó un nuevo ferrocarril para facilitar el acceso de la gente a este pequeño pueblo.

El método del Padre Vianney para ser sacerdote era sencillo. Permitía que Dios lo consumiera, viviera en él y sirviera al pueblo a través de él. Era Dios quien absolvía, predicaba y amaba. El Padre Vianney fue solo un instrumento humano. Se dice que el diablo se le apareció muchas veces, acosándolo e intentando intimidarlo. En una ocasión, el diablo dijo la verdad: «Si solo hubiera tres como ustedes en Francia, no podría poner un pie allí».

Al honrar a este santo sacerdote de Dios, reflexionemos sobre la importancia del sacerdocio. San Juan Vianney dijo una vez: «Si me encontrara con un sacerdote y un ángel, saludaría primero al sacerdote y luego al ángel... Si no hubiera sacerdote, la Pasión y muerte de Jesús no servirían de nada. ¿De qué sirve un cofre lleno de oro si no hay nadie que pueda abrirlo? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del Cielo». Aunque pocos sacerdotes están a la altura de la dignidad y la responsabilidad que se les otorgan, cada sacerdote lleva en su interior el sagrado poder de dispensar la misericordia de Dios, absolver los pecados y hacer presente la Pasión de Cristo en la Eucaristía. Recuerda hoy a tu sacerdote y reza por él, para que se convierta en un instrumento santo y humilde de Cristo.

Cita:
…Creo, hermanos, que les gustaría saber cuál es el estado del alma tibia. Pues bien, esto es. Un alma tibia aún no está del todo muerta a los ojos de Dios, porque la fe, la esperanza y la caridad que constituyen su vida espiritual no se han extinguido del todo. Pero es una fe sin celo, una esperanza sin resolución, una caridad sin ardor. Nada conmueve a esta alma: escucha la palabra de Dios, sí, es cierto; pero a menudo simplemente la aburre… ¿Quién puede atreverse a afirmar que no es un gran pecador ni un alma tibia, sino uno de los elegidos? ¡Ay, hermanos míos!, cuántos parecen buenos cristianos a los ojos del mundo, pero en realidad son almas tibias a los ojos de Dios, quien conoce lo más profundo de nuestro corazón. Pidamos a Dios de todo corazón, si nos encontramos en esta situación, que nos dé la gracia de salir de ella, para que podamos seguir el camino que han recorrido todos los santos y alcanzar la felicidad que ellos disfrutan. Eso es lo que deseo para ustedes. ~Homilía, San Juan Vianney

Oración:

San Juan María Vianney,
amaste a Dios con todo tu corazón y lo presentaste a tu pueblo.
Por ti, Ars y gran parte de Francia se convirtieron.
Ruega por mí, para que esté abierto al ministerio de los sacerdotes,
recibiendo la Palabra y la gracia de Dios a través de ellos,
ofreciéndoles el amor, el apoyo y el respeto que les corresponde.
Ruego especialmente por los sacerdotes en mi vida,
para que se conviertan en santos pastores a imitación de Cristo.
San Juan María Vianney, ruega por mí. Jesús, en ti confío.


jueves, 30 de julio de 2020

El Angelus - Angelus Domini nuntiavit Mariæ.

Esta hermosa oración es el relato bíblico de la Anunciación (Lc 1, 26ss - Jn 1, 14) 
y nos da herramientas espirituales para la meditación cotidiana. 

¿Cómo se reza?
El Ángelus se reza a medio día, en algunos lugares también por la mañana, 
comenzando la jornada (6:00 am) y en la tarde al caer el sol (6:00pm).
Se reza a dos voces y luego de cada estrofa se reza un Ave María.
Al finalizar todas las estrofas se hace una oración breve y se culmina con tres Gloria.
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V. El Ángel del Señor anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.

V. Dios te salve María llena eres de gracia el Señor está contigo;
    bendita tú eres entre todas las mujeres, 
    y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
    ahora y en la ahora de nuestra muerte. ¡Amén!

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V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.

V. Dios te salve María llena eres de gracia el Señor está contigo; 
    bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
    ahora y en la ahora de nuestra muerte. ¡Amén!

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V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.

V. Dios te salve María llena eres de gracia el Señor está contigo; 
    bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
    ahora y en la ahora de nuestra muerte. ¡Amén!


V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
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Oremos:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros,
que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo,
para que lleguemos, por su pasión y su cruz,
a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. ¡Amén!


V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. ¡Amén!
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. ¡Amén!
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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El Regina Coelli
En el tiempo Pascual, incluyendo Pentecostés, en vez del Ángelus rezamos el Regina coeli,
una hermosa oración que nos invita a alegrarnos por la Resurrección del Señor Jesús junto con María.
También se canta o recita a dos voces y culmina con una oración breve:

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V. Reina del cielo, alégrate. Aleluya.
R. Reina del cielo, alégrate. Aleluya.

V. Porque el Señor, a quien mereciste llevar. Aleluya.
R. Porque el Señor, a quien mereciste llevar. Aleluya.

V. Ha resucitado, como lo había dicho. Aleluya.
R. Ha resucitado, como lo había dicho. Aleluya.

V. Ruega al Señor por nosotros. Aleluya.
R. Ruega al Señor por nosotros. Aleluya.

V. Goza y alégrate, Virgen María. Aleluya.
R. Goza y alégrate, Virgen María. Aleluya.

V. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que, por la Resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María,
llegar a alcanzar los gozos eternos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. ¡Amén!

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La oración como la rezamos hoy, se formó a lo largo de casi tres siglos. 
Se dice que cerca del año 1250, mientras repicaban las campanas, Fr. Benito de Arezzo 
comenzó a cantar o recitar «El ángel le habló a María», a la caída de la tarde. 
El primer registro oficial del Ángelus está impreso en un catecismo de Venecia en 1590. 
Se anota una indulgencia concedida por el Papa Paulo III. 
En 1724, Benedicto XII promovió el rezo de esta oración 
al conceder con el breve «Iniunctae nobis», cien días de indulgencia, 
cada vez que se rezara 
y una plenaria al mes a quien lo rece de rodillas al repique de campanas, 
diariamente por la mañana, a mediodía y por la tarde.

Benedicto XIV establece el 20 de abril de 1742 que en el tiempo Pascual 
se sustituya el "Ángelus" por la antífona: "Regina coeli". 
En 1815, Pío VII, añade al Ángelus tres glorias al Padre 
en acción de gracias «por los dones copiosamente otorgados 
por la Santísima Trinidad a la Virgen, particularmente por su gloriosa Asunción a los cielos».

Rezar el Ángelus ya no es tan común como antes, 
el mismo Papa dirige el tradicional rezo los domingos en la Plaza San Pedro. 
En otras partes del mundo, La oración se reza puntualmente dentro de algunas iglesias 
y en privado en comunidades de religiosos y laicos consagrados, especialmente. 

domingo, 29 de marzo de 2020

Celebración de la Palabra en Familia - 5º domingo de Cuaresma


Celebración de la Palabra - 
5º domingo de Cuaresma

Adaptado de Magnificat (c) 

Debido a las medidas sanitarias vigentes, 
seguimos ofreciendo una celebración de la Palabra 
que permitirá santificar el domingo, solo o en familia.

Si es posible, antes de la celebración se dispondrá de una simple cruz 
o un crucifijo visible en la sala de estar 
y se encenderán una o varias velas. 
Se puede colocar también una imagen o cuadro de la Virgen María.

En familia, se elegirá quién guía la oración, 
y se repartirán las lecturas antes de la celebración.



Guía:
V: En este 5º domingo de Cuaresma, circunstancias excepcionales 
nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía. 
Sin embargo, sabemos que cuando nos reunimos en su nombre, 
Jesucristo está presente en medio de nosotros.

Y recordamos que cuando se lee la Escritura en la Iglesia, 
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.

Su palabra es alimento para nuestra vida;
por ello, en comunión con toda la Iglesia, vamos juntos a ponernos a la escucha de esta Palabra.

Durante esta celebración, rezaremos especialmente para que cese
la pandemia que amenaza al mundo, por los enfermos y los que han muerto,
por sus amigos y sus familiares, y por todos aquellos que trabajan
al servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.

Acercándonos a la Semana Santa, fijemos intensamente nuestra mirada en Jesucristo Redentor. Preparémonos ahora a abrir nuestros corazones, guardando un momento de silencio.

Signo de la cruz. Después de un tiempo de silencio, todos se levantan y se signan diciendo:

V: En nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
T: ¡Amén!

Himno Libra mis ojos de la muerte (José Luis Blanco Vega)

Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.

Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú, que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. ¡Amén!

Después de un tiempo de silencio, el Guía invita a la persona encargada de la primera lectura sigue en pie mientras los demás se sientan.

Primera Lectura: Lectura de la profecía de Ezequiel 37,12-14

Esto dice el Señor Dios: «Yo mismo abriré sus sepulcros, 
y los sacaré de ellos, pueblo mío, y los llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío,
comprenderán que soy el Señor.

Pondré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su tierra
y comprenderán que yo, el Señor, lo digo y lo hago –oráculo del Señor–».
L: Palabra de Dios.

Es preferible cantar el salmo.
De lo contrario, en familia, también se puede leer el salmo alternando estribillo y estrofas.

Salmo 129:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes temor.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

G: Contigo, Jesús, Pastor eterno, tu Iglesia no carece de nada:
tú nos haces renacer en las aguas del bautismo;
sobre nosotros derramas tu Espíritu Santo; para nosotros preparas
la mesa de tu cuerpo; tú nos llevas, más allá de la muerte,
hasta la casa de tu Padre ¡donde todo es gracia y felicidad!

La persona encargada de la segunda lectura se levanta mientras los demás permanecen sentados.

Segunda Lectura: Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11
Hermanos:
Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu,
puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.

Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte
a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.

Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, 
entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos,
también les dará vida a sus cuerpos mortales,
por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
L: Palabra de Dios.

Todos se levantan en el momento en que se dice o canta la aclamación del evangelio.

Gloria y alabanza a ti, Cristo.
Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–;
el que cree en mí no morirá para siempre.
Gloria y alabanza a ti, Cristo.


Se puede elegir una forma más breve de la lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.

G: Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45

En aquel tiempo, Marta y María, las dos hermanas de Lázaro, 
le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”.

Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, 
sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 
Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo,
se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba.

Después dijo a su discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. 
Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”.
Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”.
Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”

Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo”.

Jesús se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?”
Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. 
Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” 
Algunos decían: 
“¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?”

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro,
que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”.
Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: 
“Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. 
Le dijo Jesús:
“¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” 
Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo:
“Padre, te doy gracias porque me has escuchado.
Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho
a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”.


Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!”
Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies,
y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María,
al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

V: Palabra del Señor.

Ninguna aclamación concluye la lectura, se guarda un rato de silencio antes de la meditación.

MEDITACION
San Juan Damasceno (Tríade de Maitines del sábado de Lázaro, Odas 6-9.)
Monje, teólogo y doctor de la Iglesia (Ca. 675-749).

Entonces, Jesús rompió a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!
Siendo Dios verdadero, Señor, tú conocías el sueño de Lázaro y lo anunciabas a los discípulos. 
Viviendo en la carne, tú que no tienes límites, vas a Betania.
Hombre verdadero, rompes a llorar por Lázaro.
Dios verdadero, por tu voluntad resucitas al que llevaba cuatro días enterrado.

Llorando por tu amigo, enjugaste las lágrimas de Marta, 
y por tu pasión voluntariamente aceptada, has enjugado las lágrimas de tu pueblo.

 Guardián de la vida, tú llamas a un muerto como si se tratase de uno que duerme. 
Con una palabra has rasgado las entrañas del infierno 
y has resucitado a aquel que se puso a cantar:
¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!
A mí, ahogado por los lazos de mis pecados, levántame y te cantaré:
¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!

Movida por la gratitud, María te trae un frasco de mirra
como una deuda para con su hermano y te canta por todos los siglos.

Como mortal, tú invocas al Padre; como Dios, despiertas a Lázaro.
Resucitas a Lázaro, un muerto de cuatro días. Tú lo haces surgir de la tumba, 
convirtiéndole en testimonio verídico de tu resurrección al tercer día.

Tú caminas, lloras, hablas, Salvador mío, mostrando tu naturaleza humana.
Pero resucitando a Lázaro revelas tu naturaleza divina.
De manera inefable, Señor, Salvador mío, 
según tus dos naturalezas, has realizado mi salvación.


Peticiones
Todos permanecen de pie y se hace la Oración universal, tal como ha sido preparada,
o bien según la fórmula siguiente:

V: Con confianza filial y con sencillez de corazón, acudamos a nuestro Padre del cielo y, en nombre de la humanidad, supliquémosle diciendo:
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

A nuestro papa Francisco, a nuestros obispos, a nuestros sacerdotes,
envíales el espíritu de piedad: que en estos tiempos de prueba
sigan siendo, más que nunca, los buenos pastores que guían, ante todo con su ejemplo, a tus hijos por los caminos de la santidad.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

A nuestros gobernantes, envíales el espíritu de consejo,
que tomen las decisiones adecuadas para el bien común.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

A nuestros investigadores, envíales el espíritu de ciencia,
de modo que encuentren los remedios que salvan.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

Al personal sanitario, envíales tu Espíritu de amor,
Para que transfigure el don que hacen de sí mismos al servicio de los demás.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

A los enfermos, envíales el espíritu de fortaleza. Haz que tengan el coraje
de ofrecer su pasión, en unión con la Eucaristía de tu Hijo Jesucristo.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

Envíanos,  por último, el espíritu de sabiduría, para que, en todas las circunstancias,
adoremos el designio benevolente de tu Providencia; envíanos también
el espíritu de inteligencia, para que encontremos en tu palabra las respuestas
a nuestras preguntas.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

Envíanos, finalmente, el espíritu de temor de Dios para que permanezcamos fieles
a tu amor, y no temamos más que lo que nos puede separar de ti.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!

Intenciones libres

Comunión Espiritual

V: En actitud orante, ante Dios Creador de todo y Redentor nuestro,
     con sed de Eucaristía, pedimos:

     Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza,
     humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre;
     con el espíritu y fervor de los santos.

     O también, con la fórmula de san Alfonso María de Ligorio:
     Creo, Jesús mío, que estás realmente presente
     en el Santísimo Sacramento del Altar.

     Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

     Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,
     ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Se hace una pausa en silencio para adoración

     Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.

     No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. ¡Amén!

Bendición final
Todos la pueden pronunciar, mirando hacia la cruz, para pedir la bendición del Señor.

V: Que la paz de Dios guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos
     en Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Amén!

O bien:

V: Que el Señor vuelva su rostro hacia nosotros y nos conceda la paz. ¡Amén!

       Todos se signan. Los padres podrán trazar el signo de la cruz en la frente de sus hijos.

Oración del papa Francisco a María en la pandemia

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro
     Camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos,
     que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús,
     manteniendo firme tu fe.

Tú, salvación de todos los pueblos,
      sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros
      que proveerás, para que, como en Caná de Galilea,
      pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
     a conformarnos a la voluntad del Padre
     y a hacer lo que nos dirá Jesús,
     quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos
     y ha cargado nuestros dolores para conducirnos,
     a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas, que estamos en la prueba,
     y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita. ¡Amén!

Canto a María
Para concluir la celebración, se puede entonar el canto siguiente, o cualquier otro conocido, mirando en su caso hacia una imagen de la Virgen colocada previamente en la sala de estar.

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
     no desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
     antes bien, líbranos de todo peligro,¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar
     las promesas de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Oración a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

San Miguel Arcángel, 
tú eres el Príncipe de las milicias celestiales, el vencedor del dragón infernal, 
has recibido de Dios la fuerza y el poder 
para aniquilar por medio de la humildad, el orgullo de los poderes de las tinieblas. 
Te imploramos, suscita en nosotros auténtica humildad del corazón, 
fidelidad inquebrantable, para cumplir siempre la voluntad de Dios, 
fortaleza en el sufrimiento y las necesidades, ayúdanos a subsistir ante del tribunal de Dios.

San Gabriel Arcángel, 
tú eres el ángel de la Encarnación, el mensajero fiel de Dios, 
abre nuestros oídos para captar los más pequeños signos y llamamientos 
del corazón amante de nuestro Señor; 
Permanece siempre delante de nuestros ojos, te imploramos, 
para que comprendamos correctamente la Palabra de Dios 
y la sigamos y obedezcamos y para cumplir aquello que Dios quiere de nosotros. 
Haznos vigilantes en la espera del Señor para que nos encuentre despiertos cuando llegue.

San Rafael Arcángel, 
tú eres el mensajero del amor de Dios. 
Te imploramos, hiere nuestro corazón con un amor ardiente por Dios 
y no dejes que esta herida se cierre jamás 
para que permanezcamos sobre el camino del amor en la vida diaria 
y venzamos todos los obstáculos por la fuerza de este amor.

Ayúdennos hermanos grandes y santos, servidores delante de Dios.
Protéjannos contra nosotros mismos, contra cobardía y tibieza, 
contra el egoísmo y la avaricia, contra la envidia y la desconfianza, 
contra la suficiencia y la comodidad, contra el deseo de ser apreciados. 
Deslíguennos de los lazos del pecado y de toda atadura al mundo.

Desaten la venda que hemos anudado sobre nuestros ojos 
para no ver la miseria que nos rodea, 
que podamos mirar nuestro propio yo 
sin incomodarnos y con conmiseración.

Claven en nuestros corazones 
el aguijón de la santa inquietud de Dios, 
para que no cesemos jamás de buscarlo con pasión, contrición y amor.

Busquen dentro nuestro la Sangre que Nuestro Señor derramó por nosotros. 
Busquen en nosotros las lágrimas de su Reina, vertidas por nuestra causa. 
Busquen en nosotros la imagen de Dios destrozada, desteñida, deteriorada, imagen a la cual Dios quiso crearnos por amor.

Ayúdennos a reconocer a Dios, a adorarlo, amarlo y servirlo. 
Ayúdennos en la lucha contra los poderes de las tinieblas que nos rodean y nos oprimen solapadamente.
Ayúdennos a que ninguno de nosotros se pierda, para que un día, gozosos, podamos reunirnos en la felicidad eterna. 
¡Amén!

(Se dicen las intenciones de la novena y se rezan tres Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Invocaciones finales

San Miguel, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros.

San Rafael, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros.

San Gabriel, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros. 
¡Amén!

domingo, 2 de abril de 2017

Prayer of Saint Hilary - Oración de San Hilario

Prayer of St Hilary of Potiers
For Perseverance In Faith

Father, 
keep us from vain strife of words. 
Grant to us constant profession of the Truth! 
Preserve us in a true and undefiled faith 
so that we may hold fast 
to that which we professed 
when we were baptized 
in the Name of the Father, 
Son and Holy Spirit,
that we may have You for our Father, 
that we may abide in Your Son 
and in the fellowship of the Holy Spirit. 
Through Jesus Christ, Our Lord.
Amen.


Oración de San Hilario de Potiers
Para la perseverar en la fe

Padre, líbranos de las vanas contiendas de palabras.
¡Concédenos profesar constantemente la Verdad!
Consérvanos en la fe verdadera e infalible 
para poder mantenernos firmes
a lo que hoy profesamos desde que fuimos bautizados
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Que te tengamos por nuestro Padre,
Que permanezcamos en Tu Hijo
y en la comunión del Espíritu Santo.
Te lo pedimos por de Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

sábado, 13 de agosto de 2016

Oración contra la tentación


Heme aquí, oh mi Dios,
a tus pies! derrotado y afigido.

Yo no merezco Tu Misericordia,
pero: ¡Oh, mi Redentor,
la sangre que has derramado por mí
me anima y me obliga
a esperar por ella.

Cuántas veces te he ofendido,
me arrepentí, y sin embargo,
de nuevo he caído en el mismo pecado.

¡Oh, mi Dios, me gustaría cambiar,
y para serte fiel,
voy a poner toda mi confianza en Ti.

Cada vez que me sienta tentado,
voy a recurrir al instante a Ti.

Hasta ahora, he confiado
en mis propias promesas y resoluciones
y he descuidado recurrir a Ti
en mis tentaciones.
Esta ha sido la causa de mis repetidos fracasos.

             En Fil. 4, 4-8 La sagrada escritura nos dice:
Estén siempre alegres en el Señor; 

se lo repito, estén alegres y den a todos
muestras de un espíritu muy abierto.
El Señor está cerca.
No se inquieten por nada;
antes bien, en toda ocasión
presenten sus peticiones a Dios
y junten la acción de gracias a la súplica.

Y la paz de Dios,
que es mayor de lo que se puede imaginar,
les guardará sus corazones
y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Por lo demás, hermanos,
fíjense en todo lo que encuentren
de verdadero, noble, justo, limpio;
en todo lo que es fraternal y hermoso;
en todos los valores morales
que merecen alabanza.


Desde hoy en adelante, 
se Tú, oh Señor,
mi fortaleza, 
y con esto podré hacer 
todas las cosas mejor, 
porque: 
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Fil 4, 13) Amén.

Todopoderoso y Misericordioso Dios, gracias por oír mi oración;
y liberar mi corazón de las tentaciones de los malos pensamientos.

Que mi cuerpo pueda llegar a ser un hogar digno para Tu Espíritu Santo.

viernes, 12 de agosto de 2016

Rosario de Sanación, reflexiones cortas



Los Misterios de Sanación



1. La curación del paralítico Mc, 2: 1-12

Por los enfermos de huesos y músculos
Cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla.
Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud,
levantaron el techo donde él estaba
y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla. 
Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico:
"Hijo, se te perdonan tus pecados."
…"Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa." 
El hombre se levantó, y ante los ojos de toda la gente,
cargó con su camilla y se fue.  


Es obvio que hubo mucha fe en esos hombres
que se tomaron la molestia 
de bajar al paralítico por el techo.
El no sólo recibió la curación física, 
sino también la espiritual.



Por eso, 
pido a Dios que yo 
y la persona por la que estamos orando
podamos tener la curación física y espiritual.








2. La curación del epiléptico endemoniado Mc 9, 17-29

por los enfermos emocionales y mentales
17 "Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo.
18 En cualquier momento el espíritu se apodera de él, lo tira al suelo
y el niño echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido.  

21 Entonces Jesús preguntó al padre: "¿Desde cuándo le pasa esto?"  22 Le contestó: "Desde niño. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos."
23 Jesús le dijo: "¿Por qué dices "si puedes"? Todo es posible para el que cree."  

24 Al instante el padre gritó: "Creo, ¡pero ayuda mi poca fe!" 
25Jesús dijo al espíritu malo: "Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno:
sal del muchacho y no vuelvas a entrar en él."
26
El espíritu malo gritó y sacudió violentamente al niño;
después, dando un terrible chillido, se fue. El muchacho quedó como muerto. 
27 Pero Jesús lo tomó de la mano y le ayudó a levantarse,
y el muchacho se puso de pie.
29"Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración.


Frente a las cosas que parecen imposibles y que escapan de nuestras manos, 
estamos llamados a tener fe , a pedir y a orarcon más insistencia.

Por eso, pido a Dios que yo y la persona por la que oramos
tengamos más fe en Dios,
y para que Dios nos libere de todos los espíritus malos.



3.      La curación de los diez leprosos Lc 17: 11-19

por los enfermos de la piel y de cancer
 11 De camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaria y Galilea,
12 y al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos.
Se detuvieron a cierta distancia  13 y gritaban:
"Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros."
14 Jesús les dijo: "Vayan y preséntense a los sacerdotes."
15 Mientras iban quedaron sanos. Uno de ellos, al verse sano,
volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz, 
16 y se echó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. 
Era un samaritano.
 19 Y Jesús
le dijo: "Levántate y vete; tu fe te ha salvado. 

El samaritano es el único de los diez que después de ser sanado
volvió a dar gracias a Jesús.
Él no era Judío y, sin embargo, se curó.
Hay otras historias de gentiles que se curaron: -
La hija de la mujer siro fenicia que era pagana.
Hay que recordar que Dios no discrimina por motivos de raza, religión, etc. 
Él ama a todos. También debemos recordar siempre dar gracias.

Por eso, ruego a Dios que yo y la persona por la que oramos 
siempre podamos dar gracias por lo que tenemos ahora y en el futuro.


4.    La curación de la suegra de Pedro Mt 8, 14-19

por las mujeres maltratadas y heridas


 
14 Jesús fue a casa de Pedro; allí encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre.   15Jesús le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y comenzó a atenderle.
16
Al atardecer le llevaron muchos endemoniados.
Él expulsó a los espíritus malos con una sola palabra,
y sanó también a todos los enfermos.  
17 Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías:
Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.



La actitud de Jesús ante la suegra de Simón es muy novedosos. 
En primer lugar, un rabino nunca se habría dignado acercarse a una mujer 
y tomarla de la mano para devolverle la salud,
ni tampoco tocar enfermos. 
Un rabino jamás se habría dejado servir por una mujer. 
Jesús no solamente pone en cuestión estas reglas rabínicas, 
sino que invierte todos los presupuestos de las relaciones sociales, 
dando al "servicio" un nuevo estilo y un nuevo contenido.

Por eso, ruego a Dios que yo y la persona por la que oramos 
podamos ser siempre servidores confiados y agradecidos.





5.      Jesús sana a Malcus, el sirviente del Sumo Sacerdote Lc 22: 50-51 (Jn 18, 10-11)            por los enfermos de violencia


 50 Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.   
51 Pero Jesús le dijo: "¡Basta ya!" 
Y tocando la oreja del hombre, lo sanó.


Este es el último milagro de Jesús antes de morir.
Él sana a alguien víctima de la violencia; 
a pesar de que está a punto de ser torturado y asesinado con violencia y crueldad. 
Al hacerlo, 
muestra que la paz debe ser siempre la opción 
de todo hijo e hija de Dios que aspira a compartir su Reino en los cielos.

Por eso, 
ruego a Dios que yo 
y la persona por la que estamos rezando 
podamos siempre saber que Jesucristo sufrió por nosotros 
y está dispuesto a sanarnos si se encuentra 
dentro del plan de Dios para nuestra salvación eterna.








ORACIÓN PARA SANAR EL CUERPO Y EL ALMA

Padre Santo,
en el nombre de Jesucristo
y con la intercesion de la Santísima Virgen María,
de los Santos Arcángeles y Ángeles
y de los Santos y Santas, y las almas del purgatorio
ponemos ante ti a todos los hermanos y hermanas
enfermos en el alma, la mente;
en el cuerpo y el espíritu.

Padre Bueno
Te pido por ellos y ellas, y también por mi,
para que por tu dulce e infinita misericordia
sanes toda nuestra dolencia física, mental y espiritual. 
Líbranos de todo resentimiento, tristeza y rechazo,
también de toda falta de amor, soledad y depresión.

Padre Fiel
Que tu Santo Espíritu me ayude a recuperar
La esperanza y la fe que a veces pierdo
por mi desesperación e impaciencia.
Que su fuerza me toque, me renueve y fortalezca
para superar alegre
este difícil momento que vivo.

Padre Bendito,
Confío en tu poder y misericordia
que sana y libera,
Creo que en Jesús
se cumplen todas tus promesas.
Que como la mujer del evangelio escuche hoy
las palabras de tu Hijo Jesús:
“Ánimo hija, tu fe te ha curado”
(Mt 9, 22)
y sana con poder mi cuerpo y alma.

Padre Cariñoso,
Que nunca deje de ser agradecido,
Que siempre desee que tu santa voluntad
se haga en mi. y que en el Santo Nombre
de Jesús y por el ruego amoroso de María,
su Madre y mi madre, esta enfermedad
o dolencia que me aqueja desaparezca.

Dios Uno y Trino
Te lo pido en humilde y confiada súplica
desde lo hondo de mi corazón.
Porque solo tú eres Dios, Solo tú Altísimo
Que con el Espíritu Santo y tu Hijo Jesús
Vives y reinas, por los siglos de los siglos.
Amén.


Preparado por: Padre Diego Cabrera Rojas, ssc
Sacerdote Misionero de San Columbano
Norwak, California 2013.