Adaptado de Magnificat (c)
Debido a las medidas sanitarias vigentes,
seguimos ofreciendo una celebración de la Palabra
que permitirá santificar el domingo, solo o en familia.
seguimos ofreciendo una celebración de la Palabra
que permitirá santificar el domingo, solo o en familia.
Si es posible, antes de la celebración se dispondrá de una simple cruz
o un crucifijo visible en la sala de estar
y se encenderán una o varias velas.
Se puede colocar también una
imagen o cuadro de la Virgen María.
En familia, se elegirá quién guía la oración,
y se repartirán las lecturas antes de la celebración.
y se repartirán las lecturas antes de la celebración.
Guía:
V: En
este 5º domingo de Cuaresma, circunstancias excepcionales
nos impiden participar
en la celebración de la Eucaristía.
Sin
embargo, sabemos que cuando nos reunimos en su nombre,
Jesucristo está presente
en medio de nosotros.
Y recordamos que cuando se lee la Escritura en la Iglesia, es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
Su
palabra es alimento para nuestra vida;
por ello, en comunión con toda la
Iglesia, vamos juntos a ponernos a la escucha de esta Palabra.
Durante
esta celebración, rezaremos especialmente para que cese
la pandemia que amenaza al mundo, por los enfermos y los que han muerto,
por sus amigos y sus familiares, y por todos aquellos que trabajan
al servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.
la pandemia que amenaza al mundo, por los enfermos y los que han muerto,
por sus amigos y sus familiares, y por todos aquellos que trabajan
al servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.
Acercándonos
a la Semana Santa, fijemos intensamente nuestra mirada en
Jesucristo Redentor. Preparémonos ahora a abrir nuestros corazones, guardando
un momento de silencio.
Signo de la cruz. Después de un
tiempo de silencio, todos se levantan y se signan diciendo:
V: En nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
T: ¡Amén!
T: ¡Amén!
Himno Libra mis ojos de la muerte (José Luis Blanco Vega)
Libra mis ojos de la muerte;
dales
la luz que es su destino.
Yo,
como el ciego del camino,
pido
un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos
una
herramienta constructiva;
cura
su fiebre posesiva
y
ábrela al bien de mis hermanos.
Que
yo comprenda, Señor mío,
al
que se queja y retrocede;
que
el corazón no se me quede
desentendidamente
frío.
Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos
me dicen que estás muerto!)
Tú,
que conoces el desierto,
dame
tu mano y ven conmigo. ¡Amén!
Después de un tiempo de silencio, el Guía invita a la persona encargada de la primera lectura sigue en pie mientras los demás se sientan.
Primera Lectura: Lectura de la profecía de Ezequiel
37,12-14
Esto dice el Señor Dios: «Yo mismo abriré sus sepulcros,
y los sacaré de ellos,
pueblo mío, y los llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío,
comprenderán que soy el Señor.
Pondré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su tierra
y comprenderán que yo, el Señor, lo digo y lo hago –oráculo del Señor–».
Y cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío,
comprenderán que soy el Señor.
Pondré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su tierra
y comprenderán que yo, el Señor, lo digo y lo hago –oráculo del Señor–».
L: Palabra de Dios.
Es preferible cantar el salmo.
De lo contrario, en familia, también se puede leer el salmo alternando estribillo y estrofas.
De lo contrario, en familia, también se puede leer el salmo alternando estribillo y estrofas.
Salmo 129:
Desde
lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
estén
tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Si
llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero
de ti procede el perdón, y así infundes temor.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Mi
alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi
alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde
Israel al Señor, como el centinela la aurora.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Porque
del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;
y
él redimirá a Israel de todos sus delitos.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
R./ Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
G: Contigo, Jesús, Pastor eterno, tu Iglesia
no carece de nada:
tú nos haces renacer en las aguas del bautismo;
sobre nosotros derramas tu Espíritu Santo; para nosotros preparas
la mesa de tu cuerpo; tú nos llevas, más allá de la muerte,
hasta la casa de tu Padre ¡donde todo es gracia y felicidad!
tú nos haces renacer en las aguas del bautismo;
sobre nosotros derramas tu Espíritu Santo; para nosotros preparas
la mesa de tu cuerpo; tú nos llevas, más allá de la muerte,
hasta la casa de tu Padre ¡donde todo es gracia y felicidad!
La persona encargada de la segunda lectura se levanta mientras los demás permanecen sentados.
Segunda Lectura: Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11
Hermanos:
Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu,
puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.
Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu,
puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.
Quien
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte
a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.
En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte
a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.
Si
el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en
ustedes,
entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos,
también les dará vida a sus cuerpos mortales,
por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
también les dará vida a sus cuerpos mortales,
por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
L: Palabra de Dios.
Todos se levantan en el momento en que se dice o canta la aclamación
del evangelio.
Gloria y alabanza a ti, Cristo.
Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–;
el que cree en mí no morirá para siempre.
Gloria y alabanza a ti, Cristo.
Se puede elegir una forma más breve de la lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.
Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–;
el que cree en mí no morirá para siempre.
Gloria y alabanza a ti, Cristo.
Se puede elegir una forma más breve de la lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.
G: Lectura del santo evangelio según san Juan 11,
3-7. 17. 20-27. 33b-45
En
aquel tiempo, Marta y María, las dos hermanas de Lázaro,
le mandaron decir a
Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”.
Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte,
Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte,
sino que
servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella”.
Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando se enteró de que
Lázaro estaba enfermo,
se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba.
Después dijo a su discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”.
Después dijo a su discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”.
Cuando
llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa.
Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa.
Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría
muerto mi hermano.
Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto
le pidas”.
Jesús
le dijo: “Tu hermano resucitará”.
Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”.
Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”
Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo”.
Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”.
Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”
Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo”.
Jesús
se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?”
Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”.
Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”.
Jesús se puso a llorar y los judíos
comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!”
Algunos decían:
“¿No podía éste, que
abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?”
Jesús,
profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro,
que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”.
Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó:
que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”.
Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó:
“Señor, ya huele mal,
porque lleva cuatro días”.
Le dijo Jesús:
“¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”
“¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”
Entonces
quitaron la piedra.
Jesús
levantó los ojos a lo alto y dijo:
“Padre, te doy gracias porque me has escuchado.
Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho
a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”.
Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!”
Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies,
y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.
“Padre, te doy gracias porque me has escuchado.
Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho
a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”.
Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!”
Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies,
y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.
Muchos
de los judíos que habían ido a casa de Marta y María,
al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
V: Palabra del Señor.
Ninguna aclamación concluye la lectura, se guarda un rato de silencio antes de la meditación.
MEDITACION
San Juan Damasceno (Tríade de Maitines del sábado de Lázaro, Odas 6-9.)
San Juan Damasceno (Tríade de Maitines del sábado de Lázaro, Odas 6-9.)
Monje, teólogo y doctor de la Iglesia (Ca. 675-749).
Entonces,
Jesús rompió a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!
Siendo
Dios verdadero, Señor, tú conocías el sueño de Lázaro y lo anunciabas a los
discípulos.
Viviendo en la carne, tú que no tienes límites, vas a Betania.
Hombre verdadero, rompes a llorar por Lázaro.
Dios verdadero, por tu voluntad resucitas al que llevaba cuatro días enterrado.
Llorando por tu amigo, enjugaste las lágrimas de Marta,
Hombre verdadero, rompes a llorar por Lázaro.
Dios verdadero, por tu voluntad resucitas al que llevaba cuatro días enterrado.
Llorando por tu amigo, enjugaste las lágrimas de Marta,
y por tu pasión voluntariamente
aceptada, has enjugado las lágrimas de tu pueblo.
Guardián de la vida, tú llamas a un muerto como si se tratase de uno que duerme.
Guardián de la vida, tú llamas a un muerto como si se tratase de uno que duerme.
Con una palabra has rasgado las entrañas del infierno
y has resucitado
a aquel que se puso a cantar:
¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!
A mí, ahogado por los lazos de mis pecados, levántame y te cantaré:
¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!
¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!
A mí, ahogado por los lazos de mis pecados, levántame y te cantaré:
¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!
Movida por la gratitud, María te trae un frasco de mirra
como una deuda para con su hermano y te canta por todos los siglos.
Como mortal, tú invocas al Padre; como Dios, despiertas a Lázaro.
Resucitas a Lázaro, un muerto de cuatro días. Tú lo haces surgir de la tumba,
convirtiéndole en testimonio verídico de tu resurrección al tercer día.
Tú caminas, lloras, hablas, Salvador mío, mostrando tu naturaleza humana.
Pero resucitando a Lázaro revelas tu naturaleza divina.
De manera inefable, Señor, Salvador mío,
Tú caminas, lloras, hablas, Salvador mío, mostrando tu naturaleza humana.
Pero resucitando a Lázaro revelas tu naturaleza divina.
De manera inefable, Señor, Salvador mío,
según tus dos naturalezas, has
realizado mi salvación.
Peticiones
Todos permanecen de pie y se hace la Oración universal, tal como ha
sido preparada,
o bien según la fórmula siguiente:
o bien según la fórmula siguiente:
V: Con confianza filial y con sencillez de
corazón, acudamos a nuestro Padre del cielo y, en nombre de la humanidad,
supliquémosle diciendo:
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve
la faz de la tierra!
A nuestro papa Francisco, a nuestros obispos, a nuestros sacerdotes,
envíales
el espíritu de piedad: que en estos tiempos de prueba
sigan
siendo, más que nunca, los buenos pastores que guían, ante todo con su ejemplo,
a tus hijos por los caminos de la santidad.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
A
nuestros gobernantes, envíales el espíritu de consejo,
que
tomen las decisiones adecuadas para el bien común.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
A
nuestros investigadores, envíales el espíritu de ciencia,
de
modo que encuentren los remedios que salvan.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Al
personal sanitario, envíales tu Espíritu de amor,
Para
que transfigure el don que hacen de sí mismos al servicio de los demás.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
A
los enfermos, envíales el espíritu de fortaleza. Haz que tengan el coraje
de ofrecer su pasión, en unión con la Eucaristía de tu Hijo Jesucristo.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
de ofrecer su pasión, en unión con la Eucaristía de tu Hijo Jesucristo.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Envíanos, por último, el espíritu de sabiduría, para que, en todas las circunstancias,
adoremos
el designio benevolente de tu Providencia; envíanos también
el espíritu de inteligencia, para que encontremos en tu palabra las respuestas
el espíritu de inteligencia, para que encontremos en tu palabra las respuestas
a
nuestras preguntas.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve
la faz de la tierra!
Envíanos, finalmente, el espíritu de temor de Dios para que permanezcamos fieles
a tu amor, y no temamos más que lo que nos puede separar de ti.
R./ ¡Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra!
Intenciones libres
Comunión Espiritual
V: En actitud orante, ante Dios Creador de todo y Redentor nuestro,
con sed de
Eucaristía, pedimos:
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza,
humildad y devoción con que te recibió tu
santísima Madre;
con el espíritu y fervor de los santos.
O también, con la fórmula de san Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente
presente
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibirte
sacramentado,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Se hace una pausa en silencio para adoración
Como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno del todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. ¡Amén!
Bendición final
Todos la pueden pronunciar, mirando hacia la cruz, para pedir la
bendición del Señor.
V: Que la paz de Dios guarde nuestros
corazones y nuestros pensamientos
en Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Amén!
en Cristo Jesús, nuestro Señor. ¡Amén!
O bien:
V: Que el Señor vuelva su rostro hacia
nosotros y nos conceda la paz. ¡Amén!
Todos
se signan. Los padres podrán trazar el signo de la cruz en la frente de sus
hijos.
Oración del papa Francisco a María en la pandemia
Oh
María, tú resplandeces siempre en nuestro
Camino como signo de salvación y de
esperanza.
Nosotros
nos confiamos a ti, Salud de los enfermos,
que bajo la cruz estuviste asociada al
dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación de todos los pueblos,
sabes de qué tenemos necesidad y estamos
seguros
que proveerás, para que, como en Caná de
Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús,
quien ha tomado sobre sí nuestros
sufrimientos
y ha cargado nuestros dolores para
conducirnos,
a través de la cruz, a la alegría de la
resurrección.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas, que estamos en la prueba,
y libéranos de todo pecado, o Virgen
gloriosa y bendita. ¡Amén!
Canto a María
Para concluir la celebración, se puede entonar el canto siguiente, o
cualquier otro conocido, mirando en su caso hacia una imagen de la Virgen
colocada previamente en la sala de estar.
Bajo
tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desoigas las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,¡oh
siempre Virgen, gloriosa y bendita!
V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!