Origen de las Misas Gregorianas
San gregorio Magno, del griego "El gran vigilante" (540 Roma +12 March 604).
San gregorio Magno, del griego "El gran vigilante" (540 Roma +12 March 604).
Tras la muerte de su padre, en 575 transformó su residencia familiar en el Monte Celio en un monasterio bajo la advocación de san Andrés (en el lugar se alza hoy la iglesia de San Gregorio Magno). Llegó a fundar seis monasterios aprovechando para ello las posesiones de su familia tanto en Roma como en Sicilia.
Cuenta San Gregorio I, el gran Papa y Doctor de la Iglesia más conocido como San Gregorio Magno que, siendo todavía abad de un monasterio, antes de ser Papa, había un monje llamado Justo, que ejercía con su permiso la medicina.
Acostado en su lecho de muerte, Justo confesó que había cobrado sin su permiso tres piezas de oro faltando a sus votos de pobreza. Justo se arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco tiempo, pero en paz con Dios.
Para que sea un castigo ejemplar para sus monjes, Gregorio obligó al monje a morir sin amigos y solo, luego lo enterro afuera de las tapias del cementerio en un montón de estiércol para que se pudriera. Hizo repetir a sus monjes la maldición de San Pedro a Simón el mago: "Lleva tu dinero contigo a la perdición". Gregorio creía que el castigo de los pecados puede comenzar, incluso en el lecho de muerte.
Sin embargo, a los pocos días, pensó que quizás había sido demasiado fuerte en su castigo y encargó al ecónomo mandar celebrar treinta misas seguidas, sin dejar ningún día, por el alma del difunto para asistir a su alma antes del juicio final.
El ecónomo obedeció y el mismo día que terminaron de celebrar las treinta misas, se apareció Justo a otro monje, Copioso, diciéndole que subía al cielo, libre de las penas del purgatorio, por las treinta misas celebradas por él.
Estas misas, se llaman ahora, en honor de San Gregorio Magno, misas gregorianas. Estas treinta misas seguidas, celebradas por los difuntos, todavía se acostumbra celebrarlas y, según revelaciones privadas, son muy agradables a Dios.
El Sufragio más eficaz para los difuntos.
La Santa Misa es el Sufragio más eficaz para los difuntos según lo demostró el caso de una hermana de San Vicente Ferrer, llamada Francisca, que murió y su alma se apareció al Santo, revelándole que había sido sentenciada a sufrir en el Purgatorio hasta el día del Juicio Final, pero que, como enseguida San Vicente le aplicó las 30 misas Gregorianas, volvió a aparecérsele al concluirlas, para agradecerle tan poderosísimo Sufragio, en virtud del cual Dios le perdonaba todas sus penas y volaba ya gloriosísima al cielo.
El acto más importante del día es sin duda la Santa Misa
Benedicto XVI
Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará el mundo.
Discurso inaugural de Aparecida
Aparecida
La Eucaristía es el centro vital del universo, capaz de saciar el hambre de vida y felicidad: El que me coma vivirá por mi (Jn 6,57). En ese banquete feliz participamos de la Vida Eterna y así, nuestra existencia cotidiana se convierte en una Santa Misa prolongada.
San Alfonso María de Ligorio
El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa.
Santo Cura de Ars
Si supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella.
San Pedro Julián Eymard
Sepan, oh cristianos, que la Santa Misa es el acto de religión más sagrado. No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de su alma, que asistir a la Santa Misa devotamente y tan a menudo como sea posible.