Con engaños
te quisieron ir,
para siempre;
para que te ausentes
del silencio de los acallados.
Te quisieron cegar
para que no veas
el dolor sufriente
de los explotados.
Te quisieron aislar
para que no sientas
la pena de los maltratados,
de los humillados.
Te quisieron convencer
con noticias mentirosas
que todo estaba bien
para alejarte de la verdad
de los sencillos, los silenciados.
Te quisieron llenar
de banquetes y de empachos
para alejarte del hambre
de tus mendigos de pan y vida.
Te quisieron ensordecer
con cantos de sirenas seductoras
para que no oigas los gritos
que con sus voces roncas
gritaban ¡Justicia!
Pero siempre volviste,
regresaste en silencio
a estar con tus pobres,
a vivir sus vidas
y morir sus muertes.
Volviste siempre
a cumplir tu deber
de padre, de hermano;
y a ejemplo del maestro
a hacer presente la vida
entre tanto llanto,
entre tanta muerte.
Y volviste como cada día
renovado con el sol, iluminado
con la esperanza enarbolada
para el cambio inevitable.
Y volviste como nunca, florecido,
resucitado en medio de tu pueblo
entre risas solidarias, renovadas.
Hoy, que has vuelto
y estás entre nosotros
vives en la esperanza,
en la vida nueva, Resucitada, eterna.
Gracias Monseñor
por mostrarnos el camino
hacia Jesús,
El Salvador Resucitado.
Gracias por asegurarnos
el lugar fraterno, tibio
que Él ha preparado
para todos nosotros.
Ese lugar donde vamos a gozar
la felicidad que reconcilia,
eterna, inacabable.
P. Diego
"Coraje no es la ausencia de miedo sino que a pesar del miedo somos capaces de hacer algo".
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