lunes, 18 de agosto de 2025

Oracion de un buen discípulo - Mt 19, 16-22

Providente y amoroso Señor,
ayúdame a amarte sobre todas las cosas.
A veces, mi Dios,
me apego a cosas que me llevan
a olvidarme de Ti.
Puedo oír en lo más profundo de mi alma
tus sabias y compasivas palabras:
«No se puede servir a dos señores» (Mt 6:24).
“Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes,
dales el dinero a los pobres,
y tendrás un tesoro en el cielo;
luego ven y sígueme”.
(Mt 19, 21)
Ayúdame a comprender
que no vale la pena tener muchas cosas,
si no te tengo a ti.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Parecen Buenos, pero son Almas Tibias - Juan María Vianney

 San Juan María Vianney (el Cura de Ars), presbítero—Memoria.
Fiesta: 4 de agosto.
Vivió: 1786–1859
Patrono: De los párrocos, sacerdotes y confesores
Canonizado por: el Papa Pío XI en 1925
Color litúrgico: Blanco

Reflexión sobre su historia:
Juan María Bautista Vianney fue el cuarto de seis hijos de padres católicos devotos en Dardilly, un pueblo rural situado cerca de Lyon, en el este de Francia. Juan nació apenas tres años antes del inicio de la Revolución Francesa, durante la cual la Iglesia católica sufrió un feroz ataque. El culto público fue suprimido, las iglesias fueron cerradas o reutilizadas, y muchos sacerdotes juraron lealtad al nuevo estado bajo presión, se escondieron o fueron asesinados. Durante el Terror, de 1793 a 1794, miles de clérigos en Francia fueron ejecutados en la guillotina. Era una época caótica en Francia, y aún más caótica para el sacerdocio.

Durante esta época, la familia Vianney solía ocultar sacerdotes y asistir a sus misas clandestinas en granjas cercanas. El testimonio de los sacerdotes que arriesgaron sus vidas para ofrecer los sacramentos fue una poderosa fuente de inspiración para el joven Juan, y más tarde lo motivó a convertirse en sacerdote. Dado el caos de la época, John pasó la mayor parte de su infancia ayudando en la granja familiar y cuidando los rebaños, en lugar de asistir a la escuela. Recibió una educación sencilla de su madre, pero fue prácticamente analfabeto durante su adolescencia. Recibió en secreto instrucción catequética de dos monjas para prepararlo para su Primera Comunión, que recibió a los trece años en casa de un vecino.

En 1799, Napoleón tomó el poder en Francia y, en 1801, él y el Papa Pío VII firmaron un acuerdo llamado el Concordato. Este acuerdo no restauró completamente a la Iglesia Católica a sus antiguos derechos, pero sí reconoció el catolicismo como la fe de la mayoría de los ciudadanos franceses y permitió el culto público, aunque regulado por el estado. En 1806, el párroco de Écully, el pueblo vecino de John, el padre Balley, abrió una escuela para futuros seminaristas. A los veinte años, John comenzó allí su educación formal. Aunque tuvo dificultades, especialmente con el latín, su fe era manifiesta y su humildad, profunda.

En 1809, la educación de John se interrumpió al ser reclutado por el ejército de Napoleón para ayudar a combatir a los españoles durante la Guerra de la Quinta Coalición. Anteriormente, los seminaristas estaban exentos del reclutamiento, pero Napoleón, al enfrentarse a grandes pérdidas, abolió la exención. Tras unirse a su regimiento, John enfermó, fue hospitalizado y se quedó solo. Fue asignado a otro regimiento y, esta vez, estaba tan absorto en la oración en una iglesia cercana que se perdió su partida. Fue enviado tras las tropas, pero no las encontró y, en cambio, fue desviado a la aldea de Noës, donde se escondían varios desertores. Lo convencieron de quedarse con ellos, cambiar de nombre, esconderse y dar clases en la escuela. Hizo esto durante más de un año. Finalmente, se le concedió la amnistía y pudo regresar a Écully para continuar su educación con el padre Balley.

Aunque John seguía teniendo dificultades con sus estudios, el padre Balley lo apoyaba, pues veía en él una verdadera vocación, un profundo amor por la Santísima Madre y una profunda vida de oración. Tras completar sus estudios en Écully, el padre Balley convenció al vicario general de la diócesis para que le permitiera ingresar al seminario diocesano. John luchó, pero perseveró. Cuando llegó el momento de la ordenación, las autoridades diocesanas cuestionaron su idoneidad. Cuando el obispo preguntó por la piedad de John, le dijeron que rezaba el rosario como un ángel. Eso era todo lo que el obispo necesitaba saber. John fue ordenado sacerdote el 12 de agosto de 1815 y fue enviado a servir como vicario en Écully, bajo la supervisión del padre Balley, donde sirvió durante dos años hasta su fallecimiento.

En 1817, el padre Vianney fue enviado como capellán a la iglesia de San Sixto, en Ars, una comunidad agrícola de poco más de 200 habitantes. Permanecería allí durante los siguientes cuarenta y un años. Mientras el Padre Vianney caminaba hacia Ars, una historia relata que se encontró con un niño pastoreando ovejas. Le preguntó a qué distancia estaba Ars y el niño le indicó la dirección correcta, acompañándolo en el camino. Al ver el campanario a lo lejos, el Padre Vianney se arrodilló en oración durante un largo rato, se levantó y continuó su camino. Al llegar él y el niño, el Padre Vianney le dijo: "¡Me has mostrado el camino a Ars, yo te mostraré el camino al Cielo!".

Ars era conocida por ser una comunidad que disfrutaba de los bailes, las borracheras y las palabrotas. Aunque la iglesia estaba en mal estado, la moral era deficiente y la asistencia a la iglesia escasa, el Padre Vianney se puso manos a la obra. Los habitantes del pueblo desconocían que iban a recibir a un capellán, así que nadie asistió a las primeras misas del Padre. Pero a medida que se corrió la voz, la gente sintió curiosidad. 

Cuando algunos se detuvieron en la iglesia, vieron al Padre Vianney arrodillado en oración ante el Santísimo Sacramento. Luego, otros vieron lo mismo. Y otros más. Con el tiempo, la gente empezó a asistir a misa. Les conmovieron las sencillas homilías del Padre Vianney, que presentaban el mensaje fundamental del Evangelio. Hay que evitar el pecado; quienes persisten en él irán al infierno. Quienes se vuelvan a Dios serán salvados y recibidos en el Cielo. A menudo transmitía estos mensajes predicando sobre el amor de Dios, la oración, los sacramentos (especialmente la Confesión y la Eucaristía) y el deber de vivir una vida de caridad y virtud.

Durante los primeros tres años del ministerio sacerdotal del Padre Vianney, Ars se transformaba. El Padre Vianney no solo pasaba horas orando todos los días, soportaba severas penitencias y ayunos (principalmente patatas cocidas) y restauraba la iglesia, sino que también visitaba a sus feligreses en numerosas casas e incluso a los pueblos de los alrededores. Esto impresionó a muchos y los atrajo a la iglesia. En 1823, la situación iba tan bien que el obispo elevó la Iglesia de San Sixto a la categoría de parroquia y nombró al Padre Vianney párroco. En 1827, el Padre Vianney dijo desde el púlpito: "¡Ars, hermanos y hermanas, ya no es Ars!". Ars se había convertido, la gente acudía en masa a confesarse y a misa, orando, venciendo el pecado y volviéndose al amor de Dios. Pero Ars no era el único lugar afectado; la reputación del Padre Vianney se había extendido por todas partes. Como resultado, miles de personas viajaban a Ars cada año para asistir a sus misas y confesar sus pecados. Muchos días, el Padre Vianney pasaba hasta dieciséis horas en el confesionario. Para la década de 1850, decenas de miles, o según algunas estimaciones, cientos de miles de personas, acudían a Ars. Se tuvo que construir una iglesia nueva y más grande, e incluso se construyó un nuevo ferrocarril para facilitar el acceso de la gente a este pequeño pueblo.

El método del Padre Vianney para ser sacerdote era sencillo. Permitía que Dios lo consumiera, viviera en él y sirviera al pueblo a través de él. Era Dios quien absolvía, predicaba y amaba. El Padre Vianney fue solo un instrumento humano. Se dice que el diablo se le apareció muchas veces, acosándolo e intentando intimidarlo. En una ocasión, el diablo dijo la verdad: «Si solo hubiera tres como ustedes en Francia, no podría poner un pie allí».

Al honrar a este santo sacerdote de Dios, reflexionemos sobre la importancia del sacerdocio. San Juan Vianney dijo una vez: «Si me encontrara con un sacerdote y un ángel, saludaría primero al sacerdote y luego al ángel... Si no hubiera sacerdote, la Pasión y muerte de Jesús no servirían de nada. ¿De qué sirve un cofre lleno de oro si no hay nadie que pueda abrirlo? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del Cielo». Aunque pocos sacerdotes están a la altura de la dignidad y la responsabilidad que se les otorgan, cada sacerdote lleva en su interior el sagrado poder de dispensar la misericordia de Dios, absolver los pecados y hacer presente la Pasión de Cristo en la Eucaristía. Recuerda hoy a tu sacerdote y reza por él, para que se convierta en un instrumento santo y humilde de Cristo.

Cita:
…Creo, hermanos, que les gustaría saber cuál es el estado del alma tibia. Pues bien, esto es. Un alma tibia aún no está del todo muerta a los ojos de Dios, porque la fe, la esperanza y la caridad que constituyen su vida espiritual no se han extinguido del todo. Pero es una fe sin celo, una esperanza sin resolución, una caridad sin ardor. Nada conmueve a esta alma: escucha la palabra de Dios, sí, es cierto; pero a menudo simplemente la aburre… ¿Quién puede atreverse a afirmar que no es un gran pecador ni un alma tibia, sino uno de los elegidos? ¡Ay, hermanos míos!, cuántos parecen buenos cristianos a los ojos del mundo, pero en realidad son almas tibias a los ojos de Dios, quien conoce lo más profundo de nuestro corazón. Pidamos a Dios de todo corazón, si nos encontramos en esta situación, que nos dé la gracia de salir de ella, para que podamos seguir el camino que han recorrido todos los santos y alcanzar la felicidad que ellos disfrutan. Eso es lo que deseo para ustedes. ~Homilía, San Juan Vianney

Oración:

San Juan María Vianney,
amaste a Dios con todo tu corazón y lo presentaste a tu pueblo.
Por ti, Ars y gran parte de Francia se convirtieron.
Ruega por mí, para que esté abierto al ministerio de los sacerdotes,
recibiendo la Palabra y la gracia de Dios a través de ellos,
ofreciéndoles el amor, el apoyo y el respeto que les corresponde.
Ruego especialmente por los sacerdotes en mi vida,
para que se conviertan en santos pastores a imitación de Cristo.
San Juan María Vianney, ruega por mí. Jesús, en ti confío.


domingo, 28 de noviembre de 2021

Bendición de la Corona de Adviento Misionera en la Parroquia o Escuela

 

Significado de la corona del Adviento 
El uso de la Corona de Adviento es una práctica tradicional que encontró su lugar tanto en la Iglesia,  como en el hogar. 
La Corona de Adviento se elabora con ramas perennes que se arman formando un círculo,
se colocan cuatro velas en la corona, (muchos lo hacen en forma de cruz).

Las cuatro velas representan las cuatro semanas de Adviento.
Generalmente, tres velas son moradas y una es rosada.
Algunos prefieren usar velas blancas que simbolizan la pureza del que viene.

Las velas púrpuras, en particular, simbolizan:
la oraciónla penitencia, los sacrificios preparatorios y las buenas acciones realizados en este momento.
La vela rosada se enciende el tercer domingo, cuando el sacerdote también usa vestimentas de ese color durante la Santa misa. 
A este tercer Domingo se le conoce como el domingo de Gaudete o el domingo de la alegría,
porque los fieles han llegado al punto medio de Adviento,
cuando la preparación ya ha pasado la mitad y están más cerca de la Navidad. 

En el caso de la Corona Misionera de Adviento, Se colocan cinco velas:
La primera vela color VERDE, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de África.
La segunda vela color ROJO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de América.
La tercera vela color BLANCO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Europa.
La cuarta vela color AZUL, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Oceanía.
La quinta vela color AMARILLO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Asia.

El encendido progresivo de las velas nos recuerda que la luz de la fe ilumina nuestra espera
y aviva la expectativa  que rodea la primera venida de nuestro Señor al mundo,
así como la anticipación y espera de su segunda venida para juzgar a los vivos ya los muertos. 
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Bendición de la corona del Adviento.
La bendición de la corona de Adviento se hace el primer domingo de Adviento 
o el sábado por la  tarde antes del primer domingo de Adviento.
Ésta tiene lugar en algunas parroquias o colegios
donde las familias llevan sus coronas para que sean bendecidas por el sacerdote o el diácono. 


Todos hacen la señal de la cruz mientras el Celebrante dice:

C: Nuestra auxilio está en el nombre del Señor.
T:  ¡Que hizo el cielo y la tierra!

Entonces se lee: (Is 63, 16-17 y 19) o (Is 64, 2-7). 

Is 63, 16-17. 19
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor;
ése es tu nombre desde siempre.
¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos
y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?
Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad.
Ojalá rasgaras los cielos y bajaras,
estremeciendo las montañas con tu presencia.

Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia.
Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti,
hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él.
Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia
y no pierde de vista tus mandamientos.


Al final de la lectura, el líder dice:
C: Palabra del Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
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La siguiente es una fórmula de bendición comunitaria para los sacerdotes.

C: Al comenzar este nuevo Año Litúrgico,
vamos a bendecir, como comunidad cristiana, esta Corona
con que inauguramos también el tiempo de Adviento.
Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la Luz de Mundo.
Su color verde significa la vida, nuestra vida de la gracia,
y la esperanza de ser mejores y unirnos más como comunidad.

T: Por eso, al ir encendiendo, domingo tras domingo, los cirios de la corona,
debemos significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de navidad:
Jesucristo, nuestro Señor, que viene para salvarnos.

C: Démosle gracias a Dios por esta Corona, pero especialmente
porque nos permite estar reunidos, como comunidad, para darle gracias y bendecirlo.

T: Te damos gracias, Señor, porque siempre estás con nosotros en el camino de la vida
y porque nos ayudas a bendecirte y a tenerte presente cada día.
Te damos gracias por nuestra convivencia comunitaria
y por esta corona de adviento que hoy queremos bendecir,
o sea, que queremos ponerla en tu nombre
para que sea el centro de nuestra oración y reflexión comunitaria.

C: Escucha, pues, padre bueno, nuestras súplicas:
bendice (
+) esta corona de adviento,
y al bendecirla, bendícenos también a nosotros como comunidad,
danos tu paz, tu amor y tu unidad. Ayúdanos a vencer las tentaciones.
No nos dejes caer en el pecado que nos aparta de ti.
Antes bien, ayúdanos a preparar la venida de tu hijo Jesucristo, luz del mundo,
para que ilumine toda nuestra vida y nos guíe por el camino de la verdad y del bien,
Él que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

T:
¡Amén!

(Se rocía la corona con agua bendita... y se enciende la primera vela...).

L: Si encendemos una vela es porque queremos alumbrar,
porque queremos tener una señal que pueda ver el que viene hacia nosotros.
Es un signo externo de nuestra disposición interior de esperanza.

T: Por eso, en este tiempo de Adviento, seguiremos con atención y con buena disposición,
las enseñanzas de la palabra de dios en las lecturas dominicales;
y nos prepararemos, de todo corazón, para la venida del Señor a nuestra comunidad parroquial,
a nuestra familia y a nuestra vida personal.

L: Su venida histórica, que recordamos cuando el Hijo de Dios nace como Hijo de María,
como Hombre para habitar entre los hombres; su venida litúrgica en cada Eucaristía,
en su Palabra y en la Comunión; y su venida escatológica,
que esperamos con viva fe, al final de los tiempos.

T: por eso, encender una vela tiene sentido en la medida en que,
personal, familiar y comunitariamente, nos dispongamos a recibir al hijo de Dios,
a nuestro señor Jesucristo, que viene a nosotros para salvarnos.

C: Cristo, en su Evangelio, nos invita a
"Velar y a estar preparados, porque no sabemos cuándo llegará el momento".

T: por eso, nos comprometemos a prepararnos, en familia,
a través del perdón, de la comprensión y del amor entre esposo y esposa;
entre padres e hijos; entre hermanos y hermanas; y entre amigos y compañeros.

Nos comprometemos, también, a manifestar nuestro cariño y buena voluntad
para con los amigos y vecinos, sobre todo, estando dispuestos a prestar ayuda
si alguien necesita de nosotros, de nuestro tiempo, de nuestro servicio y de nuestras cosas.

Y le pedimos a dios, nuestro señor, su gracia y su fuerza
para cumplir fielmente estos propósitos. Por Jesucristo, nuestro señor. ¡Amén!
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BENDICIÓN SOLEMNE DE ADVIENTO
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C: Que Dios, omnipotente y misericordioso.

T: Nos santifique con la celebración de este Adviento y nos llene de sus bendiciones,
ya que creemos que Cristo vino al mundo y esperamos su retorno glorioso. ¡Amén!

C: Que Dios, fuente de vida y alegría.

T: Nos conceda permanecer firmes en la fe,
alegres en la esperanza y eficaces en la caridad. ¡Amén!

C: Que Dios, origen de toda bondad.

T: Nos enriquezca con los premios eternos
cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria. ¡Amén!

C: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo (+) y Espíritu Santo,
descienda sobre todos ustedes.

T: ¡Amén!

*** Esta misma bendición se puede usar en los Domingos II, III y IV de Adviento.
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Bendición en Familia de la corona de Adviento Misionera

 


Significado de la corona del Adviento 
El uso de la Corona de Adviento es una práctica tradicional que encontró su lugar tanto en la Iglesia,  como en el hogar. 
La Corona de Adviento se elabora con ramas perennes que se arman formando un círculo,
se colocan cuatro velas en la corona, (muchos lo hacen en forma de cruz).

Las cuatro velas representan las cuatro semanas de Adviento.
Generalmente, tres velas son moradas y una es rosada.
Algunos prefieren usar velas blancas que simbolizan la pureza del que viene.

Las velas púrpuras, en particular, simbolizan:
la oraciónla penitencia, los sacrificios preparatorios y las buenas acciones realizados en este momento.
La vela rosada se enciende el tercer domingo, cuando el sacerdote también usa vestimentas de ese color durante la Santa misa. 
A este tercer Domingo se le conoce como el domingo de Gaudete o el domingo de la alegría,
porque los fieles han llegado al punto medio de Adviento,
cuando la preparación ya ha pasado la mitad y están más cerca de la Navidad. 

En el caso de la Corona Misionera de Adviento, Se colocan cinco velas:
La primera vela color VERDE, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de África.
La segunda vela color ROJO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de América.
La tercera vela color BLANCO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Europa.
La cuarta vela color AZUL, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Oceanía.
La quinta vela color AMARILLO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Asia.

El encendido progresivo de las velas nos recuerda que la luz de la fe ilumina nuestra espera
y aviva la expectativa  que rodea la primera venida de nuestro Señor al mundo,
así como la anticipación y espera de su segunda venida para juzgar a los vivos ya los muertos. 
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Bendición de la corona del Adviento.
La bendición de la corona de Adviento se hace el primer domingo de Adviento o el sábado por la  tarde antes del primer domingo de Adviento.
Ésta tiene lugar en algunas parroquias o colegios donde las familias llevan sus coronas para que sean bendecidas por el sacerdote o el diácono. 

Si no se pudo asistir a esos eventos y la bendición de la corona de Adviento se hace en el hogar,
lo apropiado es que sea bendecida por el Papá, la Mamá u otro miembro de la familia. 


Todos hacen la señal de la cruz mientras el líder dice:

C: Nuestra auxilio está en el nombre del Señor.
T:  ¡Que hizo el cielo y la tierra!
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Entonces se lee: (Isaías 11, 1-10) o (Is 9, 1-2 y 5-6) o (Is 63, 16-17 y 19) o (Is 64, 2-7). 

Is 11, 1-10
En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
un vástago florecerá de su raíz.
Sobre él se posará el espíritu del Señor,
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de piedad y temor de Dios.

No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas;
defenderá con justicia al desamparado
y con equidad dará sentencia al pobre;
herirá al violento con el látigo de su boca,
con el soplo de sus labios matará al impío.
Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.

Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará.
La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas.
El león comerá paja con el buey.

El niño jugará sobre el agujero de la víbora;
la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago por todo mi monte santo,
porque así como las aguas colman el mar,
así está lleno el país de la ciencia del Señor.

Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos,
la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada.

Al final de la lectura, el líder dice:
C: Palabra del Señor.
T.  Demos gracias a Dios.
_____________________________________________________________________________________________
Lectura OPCIONAL


Is 63, 16-17. 19
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor;
ése es tu nombre desde siempre.
¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos
y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?
Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad.
Ojalá rasgaras los cielos y bajaras,
estremeciendo las montañas con tu presencia.

Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia.
Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti,
hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él.
Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia
y no pierde de vista tus mandamientos.


Al final de la lectura, el líder dice:
C: Palabra del Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
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ORACIÓN DE BENDICIÓN DE LA CORONA
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Con las manos juntas, el líder dice:


C: Señor nuestro Dios,
Te alabamos por tu Hijo, Jesucristo:
Él es Emmanuel, la esperanza de los pueblos,
Él es la sabiduría que nos enseña y nos guía,
Él es el Salvador de cada nación.

Señor Dios,
que tu bendición descienda sobre nosotros
ahora que encendemos las velas de esta corona.

Que la corona y su luz

Sean signos de que la promesa de Cristo 
de traernos la salvación es real.

Que llegue pronto y no demore.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
T. ¡Amén!
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Bendición opcional
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C: Señor Dios
    bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento
    para que, al encenderla,
    despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo
    practicando las buenas obras, y para que así,
    cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos.
    Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
T:  ¡Amén!
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La bendición puede concluir con un verso de "Oh Ven, Ven, Emmanuel":

¡Oh, ven, deseo de las naciones!
une los corazones de la humanidad;
Haz que la tristeza cese
Y sé tú nuestro príncipe de la paz.
¡Alégrate! ¡goza! Emmanuel
Vendrán a ti, oh Israel.

Traducido y adaptado de: Catholic Household Blessings & Prayers

Oraciones para encender las velas de la corona Misionera de Adviento, semana a semana - Is 11, 1-10

Significado de la corona del Adviento 
El uso de la Corona de Adviento es una práctica tradicional que encontró su lugar tanto en la Iglesia,  como en el hogar. 
La Corona de Adviento se elabora con ramas perennes que se arman formando un círculo,
se colocan cuatro velas en la corona, (muchos lo hacen en forma de cruz).
Las cuatro velas representan las cuatro semanas de Adviento.
Generalmente, tres velas son moradas y una es rosada.
Algunos prefieren usar velas blancas que simbolizan la pureza del que viene.

Las velas púrpuras, en particular, simbolizan:
la oración, la penitencia, los sacrificios preparatorios y las buenas acciones realizados en este momento.
La vela rosada se enciende el tercer domingo, cuando el sacerdote también usa vestimentas de ese color durante la Santa misa.
A este tercer Domingo se le conoce como el domingo de Gaudete o el domingo de la alegría,
porque los fieles han llegado al punto medio de Adviento,
cuando la preparación ya ha pasado la mitad y están más cerca de la Navidad. 


En el caso de la Corona Misionera de Adviento, Se colocan cinco velas:
La primera vela color VERDE, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de África.
La segunda vela color ROJO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de América.
La tercera vela color BLANCO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Europa.
La cuarta vela color AZUL, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Oceanía.
La quinta vela color AMARILLO, representa nuestras oraciones por los cristianos y todos los pobladores de Asia.

El encendido progresivo de las velas nos recuerda que la luz de la fe ilumina nuestra espera
y aviva la expectativa  que rodea la primera venida de nuestro Señor al mundo,
así como la anticipación y espera de su segunda venida para juzgar a los vivos ya los muertos. 
_____________________________________________________________________________________________

Bendición de la corona del Adviento.
La bendición de la corona de Adviento se hace el primer domingo de Adviento
o el sábado por la  tarde antes del primer domingo de Adviento.

Si la bendición de la corona de Adviento se hace en el hogar,
lo apropiado es que sea bendecida por el Papá, la Mamá u otro miembro de la familia. 


Todos hacen la señal de la cruz mientras el líder dice:

C: Nuestra auxilio está en el nombre del Señor.
R/. ¡Que hizo el cielo y la tierra!

Entonces se lee: (Isaías 11, 1-10) o (Is 9, 1-2 y 5-6) o (Is 63, 16-17 y 19) o (Is 64, 2-7). 

Is 11, 1-10
En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
un vástago florecerá de su raíz.
Sobre él se posará el espíritu del Señor,
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de piedad y temor de Dios.

No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas;
defenderá con justicia al desamparado
y con equidad dará sentencia al pobre;
herirá al violento con el látigo de su boca,
con el soplo de sus labios matará al impío.
Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.

Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará.
La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas.
El león comerá paja con el buey.

El niño jugará sobre el agujero de la víbora;
la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago por todo mi monte santo,
porque así como las aguas colman el mar,
así está lleno el país de la ciencia del Señor.

Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos,
la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada.

Al final de la lectura, el líder dice:
C: Palabra del Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
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Lectura OPCIONAL


Is 63, 16-17. 19
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor;
ése es tu nombre desde siempre.
¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos
y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?
Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad.
Ojalá rasgaras los cielos y bajaras,
estremeciendo las montañas con tu presencia.

Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia.
Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti,
hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él.
Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia
y no pierde de vista tus mandamientos.


Al final de la lectura, el líder dice:
C: Palabra del Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
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Con las manos juntas, el líder dice:

C: Señor nuestro Dios,
Te alabamos por tu Hijo, Jesucristo:
Él es Emmanuel, la esperanza de los pueblos,
Él es la sabiduría que nos enseña y nos guía,
Él es el Salvador de cada nación.

Señor Dios,
que tu bendición descienda sobre nosotros
ahora que encendemos las velas de esta corona.

Que la corona y su luz

Sean signos de que la promesa de Cristo 
de traernos la salvación es real.

Que llegue pronto y no demore.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
R/. Amén.
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La bendición puede concluir con un verso de "Oh Ven, Ven, Emmanuel":

¡Oh, ven, deseo de las naciones!
une los corazones de la humanidad;
Haz que la tristeza cese
Y sé tú nuestro príncipe de la paz.
¡Alégrate! ¡goza! Emmanuel
Vendrán a ti, oh Israel.

Traducido y adaptado de: Catholic Household Blessings & Prayers

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Rito Breve para encender las velas de adviento en familia
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Primer Domingo: Llamada a la Vigilancia.

ENTRADA. 
- Se entona algún canto.

     Saludo.

G: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Acto de Contrición.

G: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
T: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA. 

G: Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33: 

El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie,
ni los ángeles en el cielo, ni el hijo; sólo los conoce el Padre.

  ¡Estén atentos y despiertos, porque no conocen el día ni la hora!
  Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!

G: Palabra de Dios.
T: Te alabamos Señor. 

(Breve pausa para meditar)

Reflexión.
G: Vigilar significa estar atentos, salir al encuentro del Señor,
que quiere entrar, este año más que el pasado,
en nuestra existencia, para darle sentido total y salvarnos.


ENCENDIDO DE LA VELA. 

Oración.
G: Encendemos, Señor, esta luz,
como aquel que enciende su lámpara
para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene.
En esta primera semana de Adviento
queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría.
Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.


Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, 
la paz más profunda y la alegría más verdadera. 

¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!

PADRE NUESTRO
G: Unidos en una sola voz digamos:
T: Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.
          Venga a nosotros tu Reino,
          Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra.
     Danos hoy, nuestro pan de cada día,
          perdónanos nuestras ofensas
         como también nosotros perdonamos a quien nos ofende.
         No nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal. ¡Amén!

CONCLUSION
G: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
T: Y seremos salvos. Amén!

ORACIÓN FINAL
G: Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que,
por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo,
para que lleguemos por su pasión y su cruz
a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

T: ¡Amén!

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Segundo Domingo – La Espera Activa

ENTRADA. 
- Se entona algún canto.

     Saludo.

G: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Acto de Contrición.
G: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
T: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA. 

G: Lectura de la II carta de San Pedro 3,13-14:: 
“Nosotros esperamos según la promesa de Dios
cielos nuevos y tierra nueva, un mundo en que reinará la justicia.
Por eso, queridos hermanos, durante esta espera,
esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa, viviendo en paz".
 

G: Palabra de Dios.
T: Te alabamos Señor.

(Breve pausa para meditar)

Reflexión.
G: ¿Qué va a cambiar en mí, en nosotros en este Adviento?
¿ Se notará que creemos de veras en Cristo?


ENCENDIDO DE LA VELA.

 Oración.
G: Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel.
Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas.

El viejo tronco está rebrotando se estremece
porque Dios se ha sembrado en nuestra carne...

Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes,
para que florezcas, para que nazcas
y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza.
¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!

PADRE NUESTRO
G: Unidos en una sola voz digamos:
T: Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.
          Venga a nosotros tu Reino,
          Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra.
     Danos hoy, nuestro pan de cada día,
          perdónanos nuestras ofensas
         como también nosotros perdonamos a quien nos ofende.
         No nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal. ¡Amén!

CONCLUSION
G: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
T: Y seremos salvos. Amén!

ORACIÓN FINAL
G: Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que,
por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo,
para que lleguemos por su pasión y su cruz
a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

T: ¡Amén!

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Tercer Domingo – Seamos Luz

ENTRADA. 
- Se entona algún canto.

     Saludo.

G: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Acto de Contrición.
G: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
T: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA. 

G: Lectura de la Primera carta a los Tesalonicenses 5,23: 
”Que el propio Dios de la paz los santifique, llevándolos a la perfección.
Guárdense enteramente, sin mancha, en todo su espíritu,
su alma y su cuerpo, hasta la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor”.
 
G: Palabra de Dios.
T: Te alabamos Señor.

(Breve pausa para meditar)

Reflexión.
G: Los hombres de hoy no verán en persona a Cristo en esta Navidad
Pero sí verán a la Iglesia, nos verán a nosotros.
¿Habrá más luz, más amor,
más esperanza reflejada en nuestra vida para que puedan creer en El?


ENCENDIDO DE LA VELA.

Oración.
G: En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia: ¡El Señor va a llegar!
¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca!
Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda.
¡Ya llega el mensajero!
Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.

Cuando encendemos estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.

¡Ven, ¡Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz,
caliéntanos en tu amor!


PADRE NUESTRO
G: Unidos en una sola voz digamos:
T: Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.
          Venga a nosotros tu Reino,
          Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra.
     Danos hoy, nuestro pan de cada día,
          perdónanos nuestras ofensas
         como también nosotros perdonamos a quien nos ofende.
         No nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal. ¡Amén!

CONCLUSION
G: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
T: Y seremos salvos. Amén!

ORACIÓN FINAL
G: Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que,
por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo,
para que lleguemos por su pasión y su cruz
a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

T: ¡Amén!
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Cuarto Domingo: Humildad y Gloria = El Nacimiento de Jesús.

ENTRADA. 
- Se entona algún canto.

     Saludo.

G:
 En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

G: Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.
T: Que hizo el cielo y la tierra.

LITURGIA DE LA PALABRA. 


Primera Lectura
G: Lectura de la Primera carta a los Romanos 13, 13-14:
"Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria ni desenfreno,
nada de riñas ni pendencias. Vístanse del Señor Jesucristo".

G: Palabra de Dios.
T: Te alabamos Señor.

Segunda Lectura

G: Lectura de la segunda carta a los Tesalonicenses: 1, 6-7
"Es justo a los ojos de Dios pagar con alivio a ustedes, los afligidos,
y a nosotros, cuando el Señor Jesús se revele, viniendo del cielo
acompañado de sus poderosos ángeles, entre las aclamaciones
de su pueblo santo y la admiración de todos los creyentes." –

G: Palabra de Dios.
T: Te alabamos Señor.

G: Ven, Señor, y no tardes.
T: Perdona los pecados de tu pueblo.


SE ENCIENDEN LAS CUATRO VELAS

G: Bendigamos al Señor.
       Todos hacen la señal de la cruz mientras dicen: 
T: Demos gracias a Dios.


G: Lectura del Evangelio según San Lucas: 2: 6-7
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí,
se le cumplieron los días del alumbramiento,
y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales
y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. 

G: Palabra de Dios.
T: Te alabamos Señor.
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MEDITACION
La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad
salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad
ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace.

Ellos son los benditos de Dios que le reciben.
Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre,
porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe.

Nos unimos a La Virgen y San José
con un sincero deseo de renunciar a todo
lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón.
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Tiempo de silencio
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Intercesiones:
G: Aguardando la venida del Señor,
     oremos confiadamente a Dios, nuestro Padre.

 
Intenciones 

1. Por la Iglesia, para que, cuando llegue el dueño de la casa,
     no la encuentre adormecida, sino velando
     y cumpliendo la tarea encomendada. Roguemos al Señor. 

2. Por los gobernantes, para que no cierren sus oídos a las legítimas
     y siempre crecientes aspiraciones de sus pueblos. Roguemos al Señor.
 

3. Por los que viven sin sentido, para que descubran en su vida
     a Dios que viene a nosotros. Roguemos al Señor.
 

4. Por nosotros, aquí reunidos,
     para que, adhiriéndonos a él, como nos dice el profeta,
     nuestra esperanza no decaiga. Roguemos al Señor.

 5. Por nuestras necesidades y nuestras intenciones
     para que el Dios de la Vida que viene, nos obtenga los favores
     que necesitamos para mejorar. Roguemos al Señor.

 Oración:
G: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
     Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Padre Nuestro / Ave María.
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ORACIÓN FINAL
G: Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que,
por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo,
para que lleguemos por su pasión y su cruz
a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

T: ¡Amén!
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Celebración de la Corona de Adviento analizando la presencia de Jesucristo y sus enseñanzas en la vida familiar
Consulta también el artículo de la Corona de Adviento de P. Alberto Ramírez Mozqueda